14-M
Nunca hubiera creído que cupiera mayor grado de perplejidad que aquel que ya teníamos acumulado tan sólo una semana antes de las elecciones. Pero la realidad demuestra que siempre es posible superarse si se le añaden ganas y voluntad suficiente. Seguramente esto es lo que explica que Acebes siguiera manteniendo ¡el mismo sábado! que la línea de investigación prioritaria seguía siendo ETA cuando ya nadie en el globo terráqueo, y menos los servicios de seguridad, daban demasiado crédito a esta opción. O que, cuando Rubalcaba salió diciendo que el Gobierno ocultaba información relevante, Zaplana compareciera y le tachara de mentiroso por sugerir que ellos mentían (es sabido que Zaplana nunca ha dicho una mentira, según él mismo se ha encargado reiteradamente de proclamar a los cuatro vientos).
Otro hecho que resulta sorprendente es el inmenso poder de influencia que, al parecer, tuvo la cadena SER en las horas que siguieron al repugnante atentado. Realmente admirable el alto nivel de eficacia conseguido por su manipulación informativa, porque, en efecto, sólo puede causar admiración quien es capaz, ella sola, de contrarrestar con tan "burdas mentiras" las "verdades" defendidas por ese nutrido, y sospechosamente homogéneo, frente mediático compuesto por TVE, Antena 3, Canal 9, COPE, Onda Cero, La Razón, El Mundo, etc. ¿No sería más lógico preguntarse por qué la gente creyó a aquélla y no a éstos?
Quizá procediera también alguna breve reflexión sobre los presuntos "beneficios electorales" derivados de la autoría del atentado, porque si, como algunos dijeron, el islamismo integrista votaba por el PSOE, ¿estaban ellos mismos indicando subliminalmente que de haber sido ETA, ésta votaba por el PP? Sería bueno saberlo porque, en este caso, todavía habría muchas más cosas que explicar.
El atentado influyó, naturalmente; como influyó la gestión política e informativa de sus consecuencias inmediatas; pero también lo hizo la memoria histórica de los ciudadanos y el recuento general de aciertos y errores; todo acaba influyendo en unas elecciones, eso es una obviedad. Pero una cosa es indiscutible: al final, con todos los datos en la cartera, cada uno ejerce, de manera personal e intransferible, su derecho al voto; y lo cierto es que esta vez los ciudadanos no quisieron que el PP siguiera gobernando. Resumiendo: votaron así porque les dio la real gana; es lo que tiene la Democracia: a la postre los votos se cuentan y gana el que más tiene.
Para disgusto, eso sí, de aquellos a los que, como Pilar del Castillo, esto no les parezca muy democrático puesto que, según se ocupó de recordarnos a todos el día de la resaca electoral, fue demasiada gente a votar movida por impulsos emocionales. Pero ¿qué le vamos a hacer?, así es la vida; afortunadamente algunas emociones han sobrevivido, muy a su pesar, entre ese humus inorgánico compuesto de chapapote, telebasura, guerras y ladrillos que nos han dejado, ella y sus colegas, como triste herencia. Además de constatar que se trata de una afirmación bastante sorprendente en boca de quien ha trabajado como nadie en beneficio de ese impulso emocional por antonomasia que es la religión (aunque en este caso, obvio es recordarlo, se trate de la verdadera).
Existen otras muchas lecciones derivadas del 14-M, como por ejemplo, que el bueno de Mariano Rajoy ha sucumbido bajo el espectro alargado de Aznar, que la derechización del PP no conecta con la mayoría de la población, que los adversarios políticos son sólo eso, adversarios, y no enemigos a batir, que el individualismo insolidario y el bolsillo no son, afortunadamente, los únicos elementos de referencia para la toma de decisiones de los españoles, que las mentiras se acaban pagando, que España y la Constitución no son patrimonio de un partido político, y en fin, que la democracia, por muy deteriorada que se halle, tiene resortes in extremis, para su regeneración; algo en lo que, he de confesarlo, yo ya no creía demasiado.
Ahora solo cabe esperar que el impulso renovador, democrático y honesto que representa Zapatero, se vaya extendiendo, cual fina y persistente lluvia, a todos los rincones de la política; empezando por aquél en el que habitan sus propios correligionarios. Que así sea.
Andrés García Reche es profesor titular de Economía Aplicada de la Universidad de Valencia.
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