Rumania recibe con honores de héroes de la patria a las víctimas del 11-M
El país celebra un funeral de Estado para sus muertos entre una conmoción sin precedentes
Rumania vive horas angustiosas desde el pasado jueves, cuando casi un centenar de ciudadanos de ese país sufrieron los atentados del 11-M. Los cuerpos de 10 de las víctimas mortales (los rumanos, con 14 fallecidos, son la nacionalidad más afectada) fueron recibidos la noche del martes en un funeral de Estado, con honores de héroes.
En Rumania se acepta como cifra oficiosa que medio millón de compatriotas viven y trabajan en España, con lo que el atentado ha adquirido dimensiones de tragedia nacional, acentuada por la lentitud de la identificación de algunos desaparecidos.
Las 10 familias de víctimas que regresaron a su país encontraron a su llegada a Bucarest, alrededor de las 22.30 hora local del martes, más de un millar de personas y las máximas autoridades del país para oficiar el funeral de Estado.
En Rumania, hace una semana que las víctimas de los atentados son calificados de héroes. El país conoce sus identidades de memoria, ya que las televisiones repiten la lista prácticamente cada media hora. Ayer, por primera vez sus familias y vecinos de toda la vida pudieron velar los cuerpos en sus aldeas.
El Gobierno rumano preparó para ellos dos aviones militares en los que, desde Torrejón de Ardoz, viajaron sentados en bancos metálicos. Lo que en la pista de Torrejón, casi diez horas antes, había sido una corta ceremonia con autoridades de segunda fila, se reprodujo en Bucarest elevado al nivel correspondiente a la conmoción que ha sufrido este país, 27.000 de cuyos ciudadanos viven en el Corredor del Henares. Sobre la pista del aeropuerto Beanasa esperaba en formación toda la Guardia de Honor del Ejército rumano. Frente a ellos, 10 taludes para colocar los féretros de los repatriados. Entre las autoridades, el primer ministro de Rumania, Adrian Nastase, y el embajador español, Jesús Atienza. La misa, con la sobrecogedora solemnidad que le confiere el rito ortodoxo, fue oficiada por el teoctist rumano, la máxima autoridad religiosa del país. Se trata del más alto reconocimiento en el Estado rumano. El primer ministro rumano pronunció un discurso frente al cortejo fúnebre en el que recordó a las víctimas y afirmó que "la gente de Rumania y de España nunca conocerán de nuevo un horror como éste". Entre el público, más de un millar de personas, se encontraban familiares y amigos de los fallecidos, que llevaban más de seis horas esperando la llegada de los aviones. Según varios testimonios, durante ese tiempo tuvieron que ver a los oficiales de la Guardia de Honor ensayar el traslado de los féretros con sus manos en alto, en el vacío. Los medios de comunicación ocupaban un área de la pista parecido en tamaño al que ocupaban las más de mil personas de público. Todas las televisiones de ámbito nacional interrumpieron su programación para transmitir el evento en directo.
"Llevamos abriendo los informativos con las noticias de Madrid desde el jueves pasado. Está en todos los boletines, a todas horas", aseguraba una responsable de informativos de ProTV, un canal de televisión de ámbito nacional. Seis días después del atentado, se confirmaba ayer la muerte de otros tres rumanos, Stefan Budai, Tibor Budi y Emilian Popescu, considerados desaparecidos hasta ayer. El martes por la noche las televisiones mostraron al país las escenas de dolor y compasión que acompañaron la ceremonia. La megafonía acentuó la solemnidad de los cantos de la misa, además de recibir y despedir los féretros con una marcha fúnebre. Los servicios de emergencia tuvieron que atender casos de desmayos.
Frente a cada ataúd, un soldado portaba una cruz de madera en la que podía leerse el nombre del fallecido y su fecha de nacimiento. Una marcha militar acompañó finalmente el traslado de los féretros a 10 coches oficiales, situados en la misma pista, proporcionados por el Gobierno para llevar a cada uno junto con su familia hasta su lugar de origen. A algunos, como los originarios de Transilvania, en el norte del país, les esperaban más de seis horas de carretera hasta sus pueblos.


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