Termómetros de 50.000 euros
Los aeropuertos asiáticos usan sensores infrarrojos que detectan la fiebre en el acto
Los termómetros de mercurio que compramos en las farmacias y utilizamos cotidianamente cuestan seis euros. Son baratos pero lentos: para medir la temperatura es necesario que estén en contacto con el cuerpo durante cinco minutos. En algunos aeropuertos asiáticos, donde es obligatorio tomar la temperatura a todos los viajeros que entran y salen del país, para detectar este síntoma de la neumonía asiática, los han jubilado. Han dado paso a la tecnología punta. Los nuevos termómetros no parecen termómetros. No tienen mercurio ni se pueden comprar en la farmacia: cuestan unos 50.000 euros. No precisan del contacto con el paciente, su tamaño es el de una cámara de vídeo, que suele ir acompañada de una pantalla.
El mercurio es sustituido en tales aparatos por sensores infrarrojos. Éstos miden la energía que radian los cuerpos, a partir de la cual el aparato calcula automáticamente la temperatura. Cada franja de temperatura corresponde a una color. Si en la pantalla que el supervisor tiene delante aparece el color rojo, mala señal. Es el indicativo de temperatura alta, de fiebre. En ese caso, las enfermeras que realizan estas operaciones se llevan al viajero a un centro médico para realizarle más pruebas.
Con este sistema se gana mucho tiempo y algo de efectividad. Los cinco minutos se reducen a un segundo. Basta con que el viajero pase a una distancia de los sensores de entre 30 centímetros y un metro para que el termómetro dictamine la temperatura. Las posibilidades de error, no superan el 2%, mientras que en los termómetros tradicionales es de hasta el 5%, según José María Almazán, de la empresa Álava Ingenieros, distribuidora en España de los complejos instrumentos.
Este sistema de infrarrojos se empezó a utilizar a principios de los años sesenta con fines militares, para detectar al ejército rival de noche. Como en otras ocasiones, la tecnología militar ha encontrado un uso civil. Aparatos con sensores infrarrojos se utilizan para el diagnóstico de cáncer de mama o para comprobar la evolución de lesiones. También para descubrir fugas de calor en las casas. La Guardia Civil utiliza estos termómetros para detectar las pateras que cruzan de noche el Estrecho.

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