El encanto de la escuela sevillana de baile
Isabel Bayón, que nació en Sevilla hace 33 años, es un producto genuino de la escuela sevillana de baile. Aquella escuela de una elegancia y un encanto singulares, de la que fue figura fundacional la gran Pastora Imperio, seguida y reafirmada por su discípula Matilde Coral.
De esta fue discípula a su vez Isabel Bayón, quien ahora se sitúa en una posición inédita hasta ahora en su carrera: la de titular de una compañía para hacer sus propios bailes. El formato del espectáculo es el de la sucesión de diversos estilos que ella conoce bien, sin nexo de unión alguno entre los mismos; incluye un tema de Vivaldi y dos -rondeña y martinetes- que baila a dúo con Fernando Romero, a quien se deben esas coreografías.
Del alma
Baile: Isabel Bayón y Fernando Romero. Toque: Jesús Torres, Paco Arriaga, Manuel Pérez. Percusión: Nacho López. Chelo: Gretchen Talbot. Cante: Miguel Gago y Miguel Ortega. Teatro Central, Sevilla, 13 de septiembre.
Bayón es una notable intérprete de esa forma sevillana de entender el baile flamenco, tan lleno de gracia, airoso como ninguno. En él se deja poco margen para el zapateado insistente o el desgarro temperamental, recursos que no van nada con el concepto de bailaora que Bayón ejercita. Ella se concentra fundamentalmente en el cuidado de la elegancia desde una actitud un tanto distante, que es quizás lo que le acarrea algún problema a la hora de transmitir emociones. Pero bailó bien, aproximándose incluso a estilos poco frecuentados en el baile, como la mariana y las soleá apolá.
Los dúos que bailó con Fernando Romero, coreografiados por éste, elevaron la tensión en el escenario del Central. Romero introdujo lo que faltaba, es decir fuerza, emoción y una capacidad inventiva extraordinaria para crear espacios donde los cuerpos evolucionan, en un sugerente juego con vida propia y el objetivo único de crear belleza. Tanto la rondeña como los martinetes son coreografías distintas, verdaderamente originales en muchos de sus pasajes y perfectamente conseguidas, brillando también en ellas Romero como bailarín.
Un grupo musical discreto acompañó con suma eficacia a los bailaores e incluso interpretó un tema instrumental. Hay en este grupo un cálido chelo que se integra de maravilla en el sonido flamenco, en esta noche sin grandes alharacas pero con excelente arte, un poco escaso de luz en algunas ocasiones como han señalado acertadamente colegas de la crítica sevillana.
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