Encierro en la Olavide

Dentro de poco, se celebran los 25 años de democracia en este país. Pensaba en ello mientras me dirigía como de costumbre a mi universidad, la Pablo de Olavide. Cerca de la entrada, un atasco indicaba que algo no iba bien. De pronto, un control policial en la puerta. Los coches se registran uno a uno y los policías suben a los autobuses fijándose en cada pasajero y pidiendo los papeles a todo el que tenga cara de 'sospechoso' (cualquier individuo susceptible de venir del otro lado del Estrecho). Una vez dentro, me entero de lo último; un 'héroe nacional montado en su caballo blanco, cual cruzado, había entrado en el recinto universitario a la caza de un infiel'. De esta forma, no sólo transgredía los acuerdos con la universidad, sino que perseguía a una persona cuyo mayor delito es haber nacido en otro país.

Salgo de la universidad, y mientras me registran el coche para ver si no hay algún sujeto intentado escapar del encierro con premeditación y alevosía, empiezo a dudar de que realmente tengamos mucho que celebrar. 25 años de democracia, y 400 personas hacinadas en un pabellón reivindican un lugar en el mundo que este país parece no estar dispuesto a darles. Frente al problema del papeleo de la legalidad, se pierde de vista el drama humano de estas personas que son la punta de lanza de una situación generada por una Ley que empieza a dar sus frutos.