El mal del siglo
Cuando se conocieron, en 1833, ella tenía varios años más que él, estaba casada y era madre de dos hijos. Él era un dandi aristócrata, la muerte de cuyo padre le había dejado, como a toda su familia, en una situación delicada. Ella era famosa, él iba en camino; ella hacía de la provocación inteligente al patriarcado imperante uno de los ganchos de su notoriedad pública; él frecuentaba burdeles, casinos y fumaderos de opio, víctima del aburrimiento, ese mal del siglo. Y, sin embargo, entre 1833 y 1834 habrían de vivir una pasión volcánica y veneciana, que marcó para siempre la vida de ambos, y que en el caso de él daría a luz una de sus obras más importantes, Confesiones de un hijo del siglo, que no evitó, por cierto, que sus delirios autodestructivos siguieran su curso y acabaran con su vida veintiún años después.
CONFESIONES ÍNTIMAS DE UNA MUJER
Directora: Diane Kurys. Intérpretes: Juliette Binoche, Benoît Magimel, Stefano Dionisi, Robin Renucci, Isabelle Carré. Género: drama histórico, Francia, 1998. Duración: 110 minutos.
George Sand y Alfred de Musset protagonizaron uno de los romances más sonados del XIX francés, tanto como el que la propia Sand y Frédéric Chopin vivirían poco después de la ruptura entre ambos, y que ya inspirara a Jaime Camino, por cierto, uno de sus filmes hoy más olvidados, Un invierno en Mallorca.
Amores turbulentos
Cineasta preocupada por el universo femenino, parece lógico que Diane Kurys haya asumido el reto de contar los turbulentos amores entre los dos escritores, y que lo hiciera con la mirada más cercana al punto de vista de Sand, paradójicamente, en un filme que comienza mostrando la portada de la primera edición de Confesiones...
Pero un filme como Confesiones íntimas de una mujer, con su cuidada, y cara, reconstrucción histórica, y el fuerte peso que tiene el estrellato galo -Binoche y Magimel pueden lo suyo- y un tema culturalmente fuerte como el que la película propone tiene sus peajes. O, dicho de otra manera, que Kurys, en lugar de un filme personal, ha optado por el cuidado un tanto frío, el trillado camino de la reconstrucción a lo James Ivory y el obligado lucimiento de sus dos actores principales, sobre todo Binoche, espléndida.
De manera que Confesiones íntimas de una mujer, que nos llega con años de retraso y con 18 minutos menos que la versión de estreno francesa, se queda en un cuidado álbum de imágenes, en el que la pasión se declara en cada momento, pero cuya puesta en escena, por convencional, acaba por adormecerla. Es una película tan cerebral como formalmente impecable, tan previsible como hueca; pero gustará a los amantes del filme histórico con coartada cultural... y a los amantes de Juliette Binoche, que son legión.
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