LOS ANTECEDENTES DEL NOVIO DE OTRA PRINCESA

Cuando los rumores sobre una vida presuntamente poco ordenada de la princesa sueca Madeleine (véase EL PAÍS del 28 de marzo) parecían disiparse ante la evidencia de una relación relativamente estable con Erik Granath, un joven de 23 años que, según todas las apariencias, contaba con el beneplácito de la pareja real, Carlos Gustavo y Silvia, resulta que el novio afronta un proceso por una pelea en un bar de Gotland, que podría acarrearle un par de meses de cárcel. Para colmo, no se trataría de un incidente aislado, sino que hay antecedentes sobre condenas anteriores: una en marzo de 2000 por tenencia de narcóticos, que le supuso una multa, y posteriormente, otra condena por conducir ebrio, penalizada con mayor dureza. El mismo verano se produjo la pelea en un bar de Visby, en la comuna de la isla de Gotland, en la que Erik terminó agrediendo a otro parroquiano, al que lesionó levemente. El tribunal de Gotland lo condenó a 70 horas de servicios sociales, pero el fiscal Mats Wihlborg apeló la sentencia y pide una condena de dos meses de cárcel. Según el diario Expressen, la policía de seguridad del Estado (SÄPO) habría alertado a la familia real sobre los antecedentes del joven Granath. La reina Silvia, que tiene mayor experiencia en estos problemas, se inquietó al principio, pero luego, tal vez por incredulidad sobre los informes y por ver tan feliz a su hija, adoptó una actitud más comprensiva frente a lo que juzgó errores de juventud. La princesa y su novio habían pasado la semana de Pascua muy felices en Saint Tropez, en la Costa Azul de Francia, en compañía de la familia real, lo que indica la aceptación de ésta hacia el eventual futuro miembro, cuando ahora surgen estas nuevas complicaciones, cada vez más frecuentes entre las jóvenes princesas europeas.