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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Autoprotección

Nada más ver por televisión el ataque terrorista a las Torres Gemelas de Nueva York, mi amigo, con su excepcional capacidad de análisis político, vaticinó, con total acierto, lo que ocurriría después. Vio con meridiana claridad que aquello llevaría a un enfrentamiento entre el islamismo y todos los países occidentales, arrastrados por los EE.UU. Su personalidad neurótica -rasgo que con frecuencia acompaña a la genialidad- comenzó a elaborar un plan de supervivencia en previsión de las posibles catastróficas consecuencias que se podrían derivar de un conflicto bélico a escala mundial.

Si bien sus posibilidades económicas no le permitían tener un refugio antinuclear, acondicionó de la mejor manera posible el pequeño sótano de su chalet adosado, tapió toda comunicación con el exterior excepto una angosta entrada en la que colocó una puerta metálica. Tras complicados cálculos matemáticos, dedujo que aunque no podría resistir una explosión nuclear directa -hipótesis que consideraba muy improbable- sí sería capaz de sobrevivir a la 'radiación sucia' provocada por la manipulación terrorista de ingenios nucleares. Acudió al hipermercado y se pertrechó de ingentes cantidades de alimentos envasados, poniendo especial atención en que la fecha de caducidad fuese lo más longeva posible.

Diariamente se informaba, a través de prensa radio y televisión, de las novedades del conflicto y, en función de éstas, iba elaborando su estrategia de autoprotección: compró pastillas potabilizadoras ante la posible contaminación de la red de aguas, buscó un generador por si fallaba la corriente, pilas y baterías para el teléfono móvil y el ordenador personal, instaló en éste un sofisticado sistema antivirus, de su invención, para contrarrestar un ataque informático e instaló un equipo de radioaficionado para poder comunicarse con otros supervivientes en caso de cataclismo mundial.

Cuando se enteró de los primeros casos de terrorismo biológico contra ciudadanos norteamericanos -él ya sospechaba que podrían ocurrir y en consecuencia, tras muchos ruegos, había conseguido que un conocido que trabaja en una refinería le agenciase un traje de aislamiento total- tomó drásticas medidas para evitar un posible contagio: no tenía expectativas de viaje alguno, pero decidió no usar bajo ningún concepto cualquier medio de transporte público. Destruía sistemáticamente todo el correo que el cartero depositaba en su buzón, en un incinerador que adquirió para tal propósito y empezó a usar guantes cada vez que manipulaba objetos que no eran de su confianza.

Estudió en profundidad la biología del bacilo del ántrax, observó que producía, lo que en nuestro país se denomina carbunco, distinguiéndolo de la infección por estafilococos denominada ántrax que produce enormes forúnculos. Llegó a la conclusión de que debía comenzar a tomar inmediatamente el antibiótico profiláctico más eficaz: ciprofoxacino.

Mi amigo murió atropellado cuando atravesaba la carretera por un paso de peatones, regresaba a su casa desde la farmacia donde había ido a recoger la caja de antibióticos, que, a duras penas, logró que le recetara su médico de cabecera. El niñato que lo arrolló, con su coche deportivo, reconoció a la Policía Local no haber visto el semáforo en rojo, ya que iba conduciendo a toda velocidad, estimulado por la música de Los Chungitos. Este individuo no sabe dónde está Afganistán y no tiene ni puta idea de quien es Osama Bin Laden.-

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