Sobre lo efímero y movido
Siempre fue que en plazas de provincias las figuras se aliviasen con un toro más acorde con la categoría de la plaza, pero íntegro, mas nunca se llegó al abuso de los tiempos actuales.
Las figuras, sabiéndose aliviadas en exceso, podrían al menos interpretar lo que de verdad y sentimiento tiene el toreo. Pues no, a sabiendas de cómo se encuentran los tendidos, representan lo movido y efímero del arte que recoge ovaciones fáciles.
Finito de Córdoba se vio sorprendido por su primero, que pasó de estar dormido a despertarse en un santiamén, que de dos carreras derribó al picador de turno y al que hacía puerta. Los derribos no fueron de bravo, sino por la mala monta de los del castoreño. Comenzó su faena con la derecha sin decir nada. Cuando cambió la misma a la izquierda y se dio cuenta de que éste era el pitón bueno del toro, se pasó la pañosa a la derecha incomprensiblemente. Aburrió. En su segundo, algo más entonado, dejó pinceladas al natural sin acabar de rematar nunca, siendo superado siempre por el animal.
Torrestrella / Finito, Puerto, Juli
Toros de Torrestrella, justos de presentación, sospechosos de pitones, nobles; 1º y 4º, aplaudidos en el arrastre. Finito de Córdoba: pinchazo y estocada trasera ladeada (silencio); estocada trasera caída (oreja). Víctor Puerto: estocada (oreja); pinchazo y estocada casi entera trasera (ovación y saludos). El Juli: sablazo contrario (ovación y saludos); media trasera y descabello (oreja). Plaza de Santander, 23 de julio. 3ª corrida de feria. Casi lleno.
Víctor Puerto saltó al ruedo con mentalidad de duro fajador. Sin duda sabía lo que venía detrás. Tres largas cambiadas, tres trapazos y tres chicuelinas calentaron el ambiente. Brindis al público y cambio por la espalda para que no bajara la temperatura. Comprobado que su intento de hacer el toreo era silenciado en los tendidos, no dudó y se volvió bullidor y voluntarioso, recurriendo a circulares, pases por alto, estatuarios, desplantes y alardes de valor a base de arrimones. Una estocada eficaz puso una oreja en su mano. En su segundo, más de lo mismo.
El Juli sabía que jugaba en casa. La empresa necesitaba de triunfos. El presidente, casero. Las mulillas, con la lección aprendida. Y los ultratriunfalistas, crecidos. Con todo a su favor, le salió una faena vulgar en su primero, llena de enganchones, sin acoplamiento. En el sexto salió a por todas. Puso en marcha la máquina de la sabiduría, la variedad, la raza y el valor. Galleos, lopecinas, todo rematado con media de rodillas que levantó la plaza. Las banderillas, a su manera, con jugueteos ante la cara del toro, acabaron por llevar la locura a sus seguidores. Con la muleta en la izquierda esbozó una serie de naturales que ilusionaron a los aficionados, pero pronto, y a pesar de entender perfectamente el estado del toro, se vio arrollado, recurriendo a la variedad y al adorno.
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