Convivencia hostil
La convivencia más o menos pacífica entre Chirac y Jospin ha durado cuatro años. El presidente de la República le ha dado fin el 14 de julio al lanzar una vigorosa ofensiva contra el Gobierno, acusándole de debilidad en casi todos los dominios de la acción pública. De ahora en adelante, entre las dos cabezas del Ejecutivo, el conflicto se hace evidente, el enfrentamiento deja de estar enmascarado bajo fórmulas de cortesía. (...)
Lanzando las primeras salvas, Chirac ha podido, paradójicamente, hacerle un favor a Jospin, ya que, para salir de la trampa que la convivencia le ha impuesto, Jospin debería adoptar una postura de combate y defender los mismos valores de izquierdas que le hicieron ganar las elecciones de 1997.
Pero este combate tiene lugar en unas condiciones muy especiales. En primer lugar, porque el asalto del jefe del Estado es sobre todo una manera de hacer olvidar los asuntos personales por los que la justicia le acusa (...), y en segundo lugar, porque no existe precedente de que un presidente de la República haya atacado con una violencia tal a un primer ministro que él mismo ha designado y con el que comparte la dirección del Estado.
¿Qué puede hacer Jospin? Podría optar por llegar a la ruptura (...) o, a su vez, entrar en campaña y oponerse a las posiciones ostentadas por el jefe del Estado, pues son las suyas dos posiciones verdaderamente enfrentadas. Chirac ha esbozado la suya, a veces no sin demagogia. (...) Le corresponde ahora a la izquierda definir su propia visión para que esta convivencia hostil se convierta en la base de un verdadero debate democrático.
París, 17 de julio
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