El imborrable recuerdo de las fotos
Hace menos de una semana que hemos regresado de luna de miel. Las dos primeras llamadas de 'bienvenida' corrieron a cargo de los fotógrafos de la iglesia y del hotel, cuyos servicios nos fueron impuestos por la parroquia y el establecimiento, respectivamente. Desde un principio, no quisimos contratar a dos profesionales que desconocíamos, pero la negativa de ambas partes nos obligó a acceder. Ante el desorbitado precio por fotografía que nos exigían, no tuvimos más remedio que advertir previamente el número aproximado de ellas que estábamos dispuestos a pagar, cuestión que, en principio, no resultó un problema.
Después del trabajo realizado, nuestro asombro e indignación no conocen límites. Al margen de que los negativos no nos pertenecen (ya lo sabíamos por amigos y familiares que han pasado por el mismo calvario), los dos fotógrafos nos quisieron cobrar el álbum aparte. Concretamente, el profesional elegido por el hotel nos argumentó que al no superar la cincuentena las fotografías elegidas, no le salía rentable. Con total desfachatez, al ver que no estábamos dispuestos a pagarles sus maravillosos álbumes, cada uno de ellos, días distintos, arrancaron las fotografías seleccionadas del lugar donde venían ubicadas y nos las dejaron tiradas encima de la mesa, tras extenderles unos cheques de 83.000 pesetas, por un lado, y de 40.000 pesetas, por otro.
A este episodio hay que sumarle el 'olvidadizo' asunto del IVA. En ambos casos les tuvimos que recordar encarecidamente que el precio negociado antes de la boda no tenía en cuenta dicho impuesto. Curiosamente, los dos profesionales, que no han coincidido en ningún momento durante la experiencia, reaccionaron de la misma manera: 'No lo recuerdo', fueron sus respuestas.
Sin embargo, mi crítica no va dirigida contra los fotógrafos que se dedican a cubrir este tipo de eventos. Mi rechazo absoluto se lo dedico a los establecimientos hoteleros y de restauración que vetan la libertad de elección de un servicio que no les corresponde, y a aquellas parroquias que sacan beneficio económico de este impresentable monopolio que fomentan, olvidándose de lo más importante: que la felicidad es sagrada.-
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.