'La química es cada vez más eficaz y limpia'
Pablo Espinet Rubio se considera rico en curiosidad e ignorancia, pero sus investigaciones le han llevado a ganar este año el Premio Iberdrola de Investigación, dotado con 12 millones de pesetas. Catedrático de Química Inorgánica en la Universidad de Valladolid desde 1986, este aragonés nacido en la ciudad de Borja en 1949 vive para la investigación y fueron sus compañeros de departamento los que presentaron su candidatura a este importante galardón.
Pregunta. ¿Qué significado da a que el premio que le han concedido haya merecido la unanimidad de cuatro premios Nobel y los editores de dos importantes revistas científicas?
Respuesta. La constitución del jurado del Premio Iberdrola es de tal categoría que no cabe mayor garantía de competencia e independencia. Este reconocimiento nos compensa, y hablo en plural, porque el éxito de un químico experimental es el éxito de un equipo de trabajo y de años de soledad. En comparación con otros países, la sociedad española es injustamente cicatera a la hora de reconocer méritos científicos en campos poco propicios a la divulgación o poco espectaculares.
P. ¿En qué se centra la investigación que lleva a cabo su departamento universitario?
R. Desarrollamos dos líneas diferentes. Una de ellas es nuestro trabajo en cristales líquidos que explorará la relación entre las características de las moléculas individuales y las propiedades que presenta el material resultante de la agregación de estas moléculas. Lo inusual es que nuestras moléculas contienen iones metálicos que permiten, en principio, incorporar propiedades inusuales en los clásicos cristales líquidos orgánicos. En el horizonte está la posibilidad de incorporar propiedades ópticas, eléctricas y magnéticas, propias de los materiales sólidos inorgánicos, a un material fluido, ordenado y fácilmente manipulable que posibilite nuevas aplicaciones.
P. Imagino que esto requerirá el trabajo de otros científicos.
R. Por supuesto. El estudio de esas propiedades es imposible sin la colaboración con especialistas físicos. La física y la química son dos caras de la misma moneda, y crecen por el borde en el que contactan.
P. ¿Y en cuanto a su otra línea de investigación?
R. En el estudio de mecanismos de reacción de procesos catalizados por metales, intentamos entender mejor algunas etapas fundamentales de algunos procesos de síntesis, y, en consecuencia, ayudar a los químicos sintéticos a controlar con más precisión sus reacciones. Para el no iniciado, esto que digo es, claro, críptico, pero puede entender que fabricar nuevas moléculas -a veces muy delicadas, como los fármacos-, y hacerlo con eficacia, economía energética y con poca producción de residuos indeseados, exige que seamos capaces de operar eficazmente sobre nuestros materiales de partida. Igual que el bisturí láser permite ahora operaciones quirúrgicas impensables con los instrumentos de principios del siglo XX, la investigación en química ha desarrollado métodos de operación más precisos y controlables que la hacen por ende más limpia y eficaz.
P. ¿Tiene la sociedad actual una imagen adecuada de la química?
R. El ciudadano común no es consciente de que la química es una de las ciencias que más contribuyen a su bienestar. La única imagen que se puede tener de la química a través de las noticias es, probablemente, un escape de gas tóxico o un vertido incontrolado de residuos. Es como si la imagen de la física fuera una persona electrocutándose al encender el aspirador; o la de la medicina un niño muriendo en una operación de amígdalas.
P. Esas cosas ocurren.
R. Pero en ninguno de los casos el accidente, la incompetencia o la actividad delictiva representan lo que estas ciencias nos proporcionan. La química es la que permite al cirujano operarnos con anestesia y con un instrumental que ya no es un cuchillo de sílex, o al médico de cabecera prescribirnos un medicamento, casi siempre un producto químico de síntesis, en vez de aplicarnos una sangría con lanceta o sanguijuelas. Nuestro huevo frito raramente revienta al sacarlo de la sartén gracias al teflón antiadherente. Puedo beber un vaso de agua del grifo con la razonable seguridad de que la cloración habrá eliminado la legionella y otras bacterias patógenas. Sin la química más simple seguiríamos asolados por las plagas medievales, y sin sus materiales no existirían el ordenador o el teléfono móvil, pero tampoco la loza sanitaria, la pintura de nuestro automóvil o el empaste de nuestra muela. La financiación de la investigación en química es una excelente inversión.
P. Parece usted muy convencido.
R. Si no lo estuviera, me dedicaría a tener más ratos de ocio. Los latinos ya nos legaron el primus vivere, deinde filosofare, que para mí significa una cosa muy clara: no podemos descuidar las ciencias de la vida para volcar la inversión social en favorecer el uso desenfrenado de tecnologías muy valiosas en aspectos lúdicos o de consumo. En términos más concretos, pregunto: al priorizar la inversión en generalizar el uso ocioso del teléfono móvil, Internet o la televisión por cable, que yo considero en la categoría del filosofare, ¿no hemos descuidado la financiación de aspectos fundamentales, posibilitado la aparición del mal de las vacas locas o la epidemia de fiebre aftosa ¡en el siglo XXI!? Las tecnologías de la vida como la química, la física o la biología tienen que seguir siendo la prioridad.
P. A propósito, ¿qué opinión le merece la inversión del Estado en investigación?
R. No quiero opinar sobre su cuantía, ya que los datos estadísticos son siempre interpretables con distintas intenciones. Sí puedo afirmar que la gestión es deficiente, y en algunos aspectos humillante para los científicos. La actual relación entre el ministerio y el investigador es inadecuada y desalentadora, y propicia que los defectos de gestión en niveles intermedios queden enterrados en origen.
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