Guerra de arcabuces en el fin de fiesta de Alcoy
Los 'festers' alcoyanos queman 4.500 kilos de pólvora en la última jornada de los festejos de Sant Jordi
Aunque las fiestas de Moros de Cristianos de Alcoy son el summum de la figuración, la paradójica escenificación -bélica y a la vez alegre- de ancestrales batallas libradas entre cristianos y árabes concluyó ayer con dos partes de guerra; uno siguiendo la línea teatral que envuelve la fiesta, con la victoria cristiana y reconquista de la ciudad, pero otro real, con los 24 heridos que dejaron las batallas de pólvora quemada por la arcabucía.
La última jornada de las fiestas llenó de pólvora, decibelios y flechas las calles de Alcoy. Los festers quemaron ayer unos 4.500 kilos de pólvora en el Alardo o batalla de arcabucería, una escenificación de la batalla que enfrentó hace ocho siglos a musulmanes y cristianos. Con una inusual participación de mujeres, cerca de 1.500 festers dispararon sus arcabuces entre la mañana y la tarde. A las dos chicas de la filà Miqueros se suma la primera festera de pleno derecho, Nuria Martínez, que se estrenó hace tres años en el Alardo, un acto históricamente reservado a los hombres. Otro punto de atención fue el alcalde de Alcoy, Miguel Peralta, que disparó como un fester más de la filà Llana. El parte de guerra tras la batalla no registró bajas importantes. Tras el Alardo de la mañana, la Cruz Roja realizó 16 curas, 14 de ellas por quemaduras leves. Por la tarde, se registraron ocho asistencias por quemaduras.
Al anochecer, la aparición de San Jorge en las almenas del castillo de madera que preside estos días la plaza de España puso fin a los actos oficiales de las fiestas de este año. Tras aparecer en escena el niño Francisco García, que encarna este año al patrón de Alcoy, una lluvia de flechas devolvió a la ciudad su carácter cristiano. La jornada concluyó con la Nit dels Soparets, un acto informal en que los festers alargaron la fiesta en la calle hasta bien entrada la madrugada.
Antes, en el transcurso del llamado Alardo, se produjo el Encaro de capitanes y alféreces de los bandos moro y cristiano. Éste fue el momento culminante del día, cuando los representantes de ambos bandos escenificaron la lucha con armas blancas que supuso, por la mañana, el retroceso de los cristianos, y por la tarde la definitiva rendición del bando moro.

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