Un milagro llamado Aute
Casi una veintena de grupos y artistas de mayor o menor popularidad y talla artística (Pablo Milanés, Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat, Pedro Guerra, José Mercé y Javier Álvarez, entre ellos) rindieron recientemente homenaje a Luis Eduardo Aute con un irregular álbum de versiones titulado Mira que eres canalla, Aute. El popular músico de Manila decidió corresponderles con un concierto muy especial que reunió, el pasado día 11 de enero, en el patio de butacas del Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid a la mayoría de los participantes en el tributo. En esa actuación, Aute interpretó todas las canciones incluidas en el tributo y algunas más (todas ellas legendarias) de inesperada propina.
Luis Eduardo Aute
Luis Eduardo Aute (voz y guitarra), Gonzalo Lasheras (guitarra), Cristina Narea (guitarra y coros), José Luis Villegas (bajo), Antonio Saúco (teclados) y Christian Constantini (batería). Palau de la Música. Valencia, 22 de enero de 2001
Con este peculiar formato llegó Aute a Valencia, dispuesto a rememorar en público algunos de los pasajes más resplandecientes de su larga trayectoria artística (otros, lógicamente, se quedaron en el tintero de la memoria); es decir, a regalarle a todos aquellos que abarrotaban el Palau de la Música de Valencia (y que, de paso, agotaron las localidades varios días antes del concierto) un ramillete de preciosas canciones de ésas que, aunque ya suene a tópico, forman parte de la memoria colectiva de varias generaciones. Grabadas a fuego, inmaculadas y serenas, esplendorosas, brillantes partituras que los presentes susurraban en la oscuridad, para sus adentros, mientras un escalofrío les recorría el cuerpo. Memorable espectáculo, de veras. Memorable espectáculo que, por cierto, fue tan aplaudido por el rojerío local como por diversas personalidades del firmamento político y social valenciano que, a menos que hayan cambiado mucho las cosas, pocas conexiones políticas y sociales guardan con el cantautor. Será que en esto de la música prima (por encima de ideologías y otros asuntos menores) la sensibilidad, el amor y esas zarandajas. Eso o que, para disgusto de muchos, acudir a un concierto de Aute se ha convertido en un acto social. 'La próxima vez, a lo mejor hay que venir de etiqueta', bromeaba a la salida un espectador, mientras las cámaras de televisión iluminaban al presidente de la Generalitat Valenciana, Eduardo Zaplana. Los tiempos, definitivamente, están cambiando.
'No voy a interpretar ninguna canción nueva. Eso será para el otoño, con el nuevo disco', advirtió al comienzo del recital. Ya se sabía, pero por si acaso. Aute, además de agradecido (su saludo inicial en valenciano es ya un clásico de sus actuaciones), es un tipo hablador, comunicativo, un contador de historias que disfruta tanto cantando sus propias letras como ofreciendo pistas al espectador para ayudarle a entender sus orígenes, los bocetos (reales o imaginados) de los que se surte su imaginación; desde el cómico accidente entre el coche de unos recién casados y el de una funeraria (con muerto incluido) que dio origen a Anda suelto Satanás, al estremecedor episodio que, veinticinco años atrás (toda una eternidad en la historia de este país), provocó el nacimiento de ese desgarrador (y, pese a todo, hermoso) lamento contra la pena de muerte que es Al alba. En total, dos horas que pasaron como un suspiro, dos horas repletas de magia e historia (porque, no hay duda, Sin tu latido, Con un beso por fusil, Una de dos, La belleza, De alguna manera o Slowly ya forman parte, por derecho, de la más importante historia de la música popular española), dos horas de amor, libertad, pasión, deseo, humor, rebeldía, revolución y muchas otras cosas más. Aute, canalla, cada vez que nos cantas es un milagro.
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