El Athletic huye de su historia con impotencia

El Athletic consumó ayer la huída de sí mismo tan bien ensayada en la Liga. Se presentó ante el Racing con la intención de recuperar en su competición fetiche sus señas de identidad y sólo confirmó la deriva futbolística de un grupo que se ha acostumbrado demasiado a agradecer su presencia física para disimular una alarmante falta de criterio. El conjunto de Rojo perdió ayer su capacidad de sufrimiento y sin ésta, su argumento más socorrido. El fútbol corrió a cuenta del Racing. El Athletic empezó a despedirse de la Copa en cuanto entendió que Urzaiz nunca recibiría un balón en condiciones. Así de pobres son sus recursos.
El Athletic viajó con ocho bajas fundamentales, condicionado por las dos derrotas sufridas en esta competición ante el Racing (1996 y 1999) y con la obligación moral de no ensanchar su desapego por un torneo que sólo le ha permitido eliminar a dos equipos de Primera en los últimos 15 años. Con un equipo remendado (una costumbre esta temporada), el Athletic examinaba de nuevo su juego, en los mejores casos más animado por el entusiasmo que por la habilidad.
Enfrente, el Racing, con dudas similares y un estilo de juego por determinar, ha hecho de la Copa una terapia para recomponer su autoestima. Su ilusión por la cita le concedió un gol a los tres minutos, mientras dormitaba la defensa vizcaína. También un balón al larguero nueve minutos después, en pleno desconcierto de la zaga rojiblanca, tan alterada que invitaba a la bofetada. Recibió unas cuantas, la más sonora cuando Preciado marcó el segundo gol: remató el colombiano, pero podía haberlo hecho cualquiera de los dos compañeros que le flanqueaban libres de marca.
Los cambios del Athletic animaron el contragolpe del Racing, esporádicos pero cargados de tensión para una defensa que terminó la cita desquiciada. Con Mazzoni el Racing perdió los deseos de agradar de Preciado (de normal suplente) y un poco de su capacidad intimidatoria. No necesitaba más para sujetar al Athletic.
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