El éxodo castiga a Rusia
La capacidad de este país para fabricar atletas contrasta con su dificultad para retenerlos

A día de ayer ningún nadador ruso había subido al podio. Por lo menos en el terreno oficial, porque ayer hubo medallas para Nina Yivanéskaia, nacida en Moscú, y para Lenny Krayzelburg, natural de Odessa. Una representa a España. El otro defiende el pabellón americano. Sus éxitos se pueden entender como la enorme capacidad de Rusia para fabricar grandes atletas, y su dificultad para retenerlos en unos tiempos políticos y económicos muy difíciles. El éxodo afecta a nadadores, atletas, ciclistas, futbolistas, tenistas, entrenadores, a todos aquellos que tienen la oportunidad de aprovechar económicamente sus cualidades.Una de las claves del fenomenal estado de los australianos en el deporte ha sido la creación del AIS (Instituto Australiano de Deportes), el organismo que estructura la captación y formación de los mejores atletas del país. Funciona según un modelo bastante próximo al que funcionaba en la RDA. En algunos casos, sus principales cerebros proceden del extranjero. Gennadi Turetski es uno de los entrenadores que está al frente de la natación. Fue el hombre que descubrió a Alexander Popov en Sverdlovsk, cerca de los Urales. Ahora es australiano. Popov también dispone de la nacionalidad australiana, pero defiende la bandera rusa en las grandes competiciones.
La historia de Lenny Krayzelburg, ganador ayer de la final de 100 metros espalda, es la típica de tantos otros deportistas rusos. Natural de Odessa, hijo de padres judíos, emigró a Austria con su familia durante el mandato de Gorbachov. Sus padres comenzaron a observar brotes antisemitas y decidieron instalarse en Israel. Después de una breve estancia en Austria e Italia, terminaron en California. Lenny se ganó su primer dinero como instructor en la piscina del centro judío de Los Ángeles. Sólo medía 25 metros y le impedía entrenarse con propiedad. Pero California es una mina para cualquiera que tenga condidiones para el deporte. Nueve años después es uno entre las decenas de rusos que ganan títulos, suben al podio y escuchan otro himno que el de su primer país.
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