Un testigo de dos milenios en Cazorla
Más de 2.000 años lleva viviendo en el parque natural de Cazorla, Segura y Las Villas el conocido como Tejo Milenario (taxus baccata), una conífera de la familia de la taxaceas que ha sido testigo de la desaparición del bosque caducifolio que crecía a su alrededor. Ha visto como su entorno se ha ido empobreciendo y como han desaparecido arces, robles y cerecinos para dejar paso a pinos y arbustos. Se calcula que puede ser el más viejo de Europa y hay quien le pronostica más de 3.000 años de vida.El de Cazorla debía tener un entorno maravilloso que ahora se encuentra deteriorado, como lamenta Alfredo Benavente, responsable del centro de interpretación Torre del Vinagre. El Tejo Milenario también está teniendo que soportar su popularidad. El ser famoso le está ocasionando molestias convertidas en pequeñas heridas en su tronco debido a las navajas con las que los visitantes quieren dejar su huella marcando sus propios nombres.
Este tejo es macho y cerca de él se levanta una hembra más joven. Esta especie no es hermafrodita y el Tejo Milenario es un macho que no da frutos. Su hoja de color verde oscuro es perenne y su tronco mantiene el color rojizo que caracteriza a esta conífera altamente tóxica. Sólo unas cuantas hojas son suficientes para matar a un caballo y, por supuesto, a una persona.
Las raíces, el tronco y su fruta tienen taxina, un alcaloide muy dañino que sólo aguantan bien las cabras. Que este animal soporte su veneno está siendo el principal inconveniente de supervivencia de los tejos, árboles muy longevos que apenas pueden reproducirse por la presión del ganado.
El tejo fue el árbol sagrado de la cultura celta, el árbol en el que se sentaba el druida y el que representaba la religión, lo místico y lo mágico, frente al roble que se identificaba con la política. En la Edad Media desaparecieron muchas de estas coníferas porque su madera tenía interés militar, ya que de ella se sacaban arcos y flechas. España vendió gran cantidad de su madera a Inglaterra y Francia.
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