La Cataluña pringosa AGUSTÍ FANCELLI
Los caramelos de carnaval pringaban más este año en Vilanova i la Geltrú. Por la humedad, aseguraban los lugareños expertos. Caminabas y un amasijo de azúcar y celofán se te adhería a las suelas, obligándote a parar para librarte del engrudo. El pringue recorría las calles y subía hasta el primer piso del Ayuntamiento. El salón de plenos había sido recubierto con cartones para preservar la moqueta, pero aun así la glucosa se colaba por los intersticios y alcanzaba el tapizado con su rastro blancuzco y espeso. Abajo, en la plaza, las comparsas bailaban al son de la pachanga. Ellos con barretines de colores, ellas con mantones de Manila floreados. Callaba de repente la música y empezaba la batalla; miles de caramelos surcaban el aire para pringar al contrario. Tras el lance el suelo quedaba hecho un trencadís modernista. Modernista y pringoso.Como tejidos adiposos acudían los políticos en campaña para incrustarse en el cuerpo social bullanguero. Allí estaba desde primera hora Puigcercós, escrutando con ojo científico la multitud. Aparecían al rato Trias y Piqué, éste con ademanes de patrón, pues es hijo de la villa. Los tres no llevaban más disfraz que el habitual, los tres se tocaron de inmediato con barretinas rojas para sumarse a la catalanidad festiva y dulzona que se agitaba a sus pies. De haber acudido disfrazados, ¿de qué lo habrían hecho? Piqué sin duda de Jim Carey en La máscara: ojos saltones y lengua larga ya los tiene; el resto hubiera sido cuestión de retoque. A Trias le hubiera correpondido ir de Wally: él mismo eligió disfraz con acierto a principios de campaña. Puigcercós hubiera podido optar por les tres bessones, un producto sólidamente local y exportable a la vez. Y, aunque no estuvieran presentes, uno no se resiste a vestir a Serra de Gran Pitufo y a Saura de Mafalda, una Mafalda concienciada y un poco triste.
Pero los políticos no eran los únicos famosos que se dejaban ver por aquel balcón pringoso. También estaba bien representada la Cataluña Corporació Catalana: Pere Tàpies, Mari Pau Huguet, Xavier Grasset. Les reconocía la gente y se alborozaba. Nos reconocíamos y nos alborozábamos todos en esa dolça Cataluña, envuelta en papel de celofán, que se te engancha en los zapatos y apenas te deja caminar. La Cataluña de colorines, hecha trizas como un mosaico, amable y risueña en su descomposición irisada. La Cataluña mascarada, que baila el pasodoble y se ríe cuando lo hace, enseñando todos los dientes. La Cataluña caramelo, un caramelo dulce y pringoso que puede convertirse en un proyectil letal lanzado contra el ojo de Polifemo. Francesc Macià contemplaba la escena desde el retrato que preside el salón de plenos. Él también pensaba en una Cataluña parcelada, corporativa y dulce. Era de Vilanova: quizá se inspiró en un caramelo cuando se puso a teorizar sobre el país.
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