Saudade
JOSÉ MANUEL ALONSO
Ha sido ésta una semana portuguesa. A Bilbao llegaba José Saramago, el primer Nobel de la lengua portuguesa, concedido hace ahora un año, y lo hacía en plena saudade (nostalgia) por la muerte, ocurrida unas horas antes, de la reina del fado, Amalia Rodrigues. Y mientras en Lisboa se celebraba la despedida de quien encantó el alma lusa con saudade, ternura y soledad, en Bilbao se celebraba el encuentro de quien escribe -en palabras de la Academia sueca- "con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía; de quien vuelve constantemente comprensible una realidad huidiza".
El jueves, en Bilbao, sentimos la saudade junto a Saramago, sentimos esa mirada de quien se siente en paz con todo lo que le rodea y de quien se siente feliz en sabiduría, es decir, en serenidad y armonía, de quien "tiene la particularidad de dirigir una mirada tierna hacia los seres humanos". Sentimos que este veterano escritor portugués lo es de éxito tardío y es Nobel -como él dice- "por identificarse como uno de los nuestros, de los escritores, lectores, anónimos humanos todos".
Y ese mismo día, amantes que fueron de la música de Amalia Rodrigues salieron desde aquí hacia Lisboa. Salieron haciéndose preguntas que saben no tienen respuesta, como ella misma decía. Salieron por sentir la marcha de quien se queda en sus fados todos. Llevaron flores al retiro de una reina de barrio lisboeta que nació, decía su madre, "en tiempos de cerezas; entre mayo y julio".
Saramago y Rodrigues estuvieron estos días siendo dos portugueses en la gran historia de la saudade de tantos siglos. El novelista, por la condición coral, colectiva, de sus escritos; Amalia, por la condición coral, colectiva, de sus canciones. Ambos porque saben que "son los pesimistas los que ponen más esfuerzo en la construcción de la sociedad toda". Ambos surgidos de ese Portugal que hizo revolución sin muertos, con claveles rojos, el Portugal que tanto amaba nuestro Unamuno como patria de amores tristes y de grandes naufragios.
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