Serbios y kosovares reanudan hoy en París sus conversaciones de paz sin mucha esperanza
Serbios y albanokosovares reanudan hoy en París las conversaciones de paz en un clima marcadamente pesimista, tanto por la persistencia de las diferencias sobre la propuesta de acuerdo como por los enfrentamientos bélicos y los atentados que se suceden en Kosovo. El frágil y pobre acuerdo verbal alcanzado hace tres semanas en el castillo de Rambouillet ha mostrado sus carencias en este tiempo, destinado teóricamente a la reflexión y a las consultas. La inercia de la guerra se ha adueñado del terreno sin que los mediadores internacionales hayan podido cosechar otra cosa que frustración en sus viajes a Belgrado.
A la negativa serbia a aceptar la presencia militar internacional destinada a salvaguardar el proceso autonómico en Kosovo, los albanokosovares añaden, además, una actitud sumamente tibia y confusa, reflejo de su división interna. Con todo, el secretario general de la OTAN, Javier Solana, anunció ayer en Washington que "la parte kosovar firmará el acuerdo en París".Aunque nadie parece dispuesto a arrojar la toalla, no al menos hasta que todas las bazas hayan sido agotadas, el desaliento aflora estos días entre los ministros del Grupo de Contacto (Alemania, Reino Unido, EEUU, Francia, Italia y Rusia) promotores de la iniciativa de paz. Las dudas y los titubeos en el mismo Grupo de Contacto se manifiestan, por otra parte, en el hecho de que, al contrario que en Rambouillet, no se haya fijado un límite a estas nuevas conversaciones. Frente a quienes consideran que el reencuentro de serbios y albanokosovares -hoy, a las diez de la mañana, en la Centro de Conferencias Internacional de la capital francesa- debe estar orientado exclusivamente a la firma del acuerdo y no debe prolongarse más allá de dos o tres días, otros ministros, temiéndose lo peor, se inclinan por abrir una segunda ronda de negociaciones.
Lo malo de la situación es que tampoco hay elementos nuevos que permitan albergar ilusiones sobre el desenlace. Tras el fracaso de las gestiones, particularmente las realizadas por los rusos, la esperanza descansa exclusivamente en la hipótesis, en sí misma infundada, de que el presidente yugoslavo, Slobodan Milosevic, cambie de opinión y considere ahora lo que ha venido desdeñando desde el 6 de febrero, fecha de apertura de las negociaciones de Rambouillet. A saber: que las grandes potencias están dispuestas a sacar a Serbia del ostracismo político internacional y a levantarle las sanciones económicas, pero que si rechaza el acuerdo, la OTAN bombardeará sus bases militares.
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