Cambios en educación

EL MINISTERIO de Educación y Cultura está preparando un paquete de reformas que afectarán a la enseñanza secundaria obligatoria (ESO) y al bachillerato para que entren en vigor el próximo curso académico. Su calado contrasta con la escasa discusión pública que el ministerio está teniendo con los sectores más involucrados en las tareas escolares, acerca de las consecuencias que su puesta en funcionamiento tendrá sobre la organización de los centros, el profesorado y los libros de texto.Es sabido que los cambios en la estructura de las enseñanzas tienen efectos colaterales sobre la comunidad escolar difíciles de prever, normalmente de mayor alcance que el inicialmente supuesto. Por eso necesitan de tiempo de maduración y de la búsqueda de consenso, como demuestra la preparación de las leyes que han establecido los parámetros básicos de la enseñanza en los últimos tiempos. En este caso, además, la próxima transferencia de las competencias en educación a las comunidades autónomas que no son todavía plenamente activas en la materia hace más discutible todavía la decisión de reformar con prisas, a fin de concluir el proceso antes de la fecha de transferencia, y sin buscar antes el acuerdo con autoridades autonómicas que podrán, a partir del año que viene, aplicarlas o modificarlas.

La introducción de especialidades en el último curso de la ESO, por ejemplo, no es una modificación menor. Adelantar el momento de elegir entre diferentes opciones académicas es siempre un riesgo, ya que agrava los peligros de la especialización prematura a edades en las que es difícil tomar decisiones importantes con un mínimo de seguridad. Por mucho que se afirme que es posible la vuelta atrás, lo cierto es que, en esas bifurcaciones, los alumnos deben definir sus preferencias de futuro en momentos en los que normalmente éstas no están suficientemente claras. Estos cambios no son nunca menores, como tampoco lo son sus consecuencias sobre la organización de espacios, horarios y profesores.

En cuanto a los programas, la conclusión del largo debate sobre las humanidades, y más particularmente sobre la enseñanza de la historia, parece haber sido la simple ganancia cuantitativa de unas asignaturas en perjuicio de otras, sin mayores consideraciones, que se sepa, sobre su contenido ni su organización. En general, se observa una tendencia hacia el aumento de las asignaturas más tradicionales, sobre todo Historia, Filosofía, y en menor medida, Lengua y Matemáticas, y la pérdida correlativa de algunas de las enseñanzas más novedosas de la LOGSE, como la música, la educación física, la educación plástica y visual, el segundo idioma y la tecnología, que suele ser una introducción a la informática.

Tampoco en este caso puede hablarse de cambios menores, ya que suponen una cierta revisión del espíritu de la última gran reforma educativa. No se trata de mantener inamovibles normas y orientaciones en cuya aplicación se han observado deficiencias; pero es exigible que, en cuestiones tan sensibles y de ámbito tan universal como la educación, se reflexione y se intente alcanzar el consenso previo necesario para evitar que sus contenidos puedan verse sometidos al albur de las alternancias políticas.