El Athletic ahoga al Valencia
Los goles de Urzaiz y Guerrero traducen la mejor aplicación de los bilbaínos al terreno de juego
Sería el campo, el césped insufrible, la lluvia pertinaz. Sería lo accesorio, pero el Athletic y el Valencia aparcaron el espectáculo al que scostumbran en sus duelos y afrontaron un partido hueco, trabado. Un sucedáneo de esos que rebuscan en la meteorología la coartada a sus pecados. El estrépito al que han acostumbrado ambos equipos en los últimos 10 años (29 goles en 10 enfrentamientos) tuvo ayer un sentido negativo: el estrépito provenía del error, de la inadecuacióin al territorioque inhabilitaba al Piojo López en su función de delantero emboscado o a Ezquerro como velocista de un conjunto corajudo. Más que una táctica preconcebida, el césped (irregular y traidor) destrozaba cualquier pretensión de basar el fútbol en el conttagolpe. El asunto era frontal, tenaz, casi individual. Por erso marcó Urzaiz en un cabezazo espectacular a centro de Joseba Etxeberria: el balón parado, el cabezazo inapelable. Y por eso marcó Julen Guerrero, favorecido por su ambición en el disparo y la indisposición de Cañizares, mal colocado.
Fueron dos acciones aisladas en un partido aislado, más disputado que jugado, más exigente en su lectura que en su interpretación. El Valencia se fundió en el agua. El Athletic resucitó en la adversidad. Cuando el partido exigió una terapia de choque, el Athletic apeló al músculo, al golpeo del balón, al destajismo y a sus virtudes más básicas. Y le bastó.
Al amparo del sacrificio, el Athletic construyó un partido industrial, basado en la productividad y ajeno al diseño. Dos goles en momentos oportunos le afianzaron en el encuentro y obligaron al Valencia a huir de la cueva. Salió de estampida con la presencia de Illie, pero apenas produjo una oportunidad de gol a cargo de Angulo.
La tradición resultó apenas meteorológica, contraviniendo un enfrentamiento que apelaba a la gloria más que a la especulación y que ayer exigia un tratamiento más cotidiano. El Athletic lo entendió, se aplicó, se embarró y firmó un diagnotisco adecuado para curar sus tres derrotas anteriores. Del Valencia no hubo señales: solo pasado, historia, estadísticas.
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