China y Taiwan hablan

Si se considera que hace poco más de dos años caían misiles chinos en el estrecho de Formosa, la República Popular desarrollaba grandes maniobras militares en una de las vías de agua más estratégicas del mundo y Washington enviaba a la zona portaaviones preparados para lo peor, la reanudación de contactos al más alto nivel entre Pekín y Taipei, que se desarrolla en tierras chinas, adquiere su más cabal y esperanzador significado. Por vez primera en tres años, altos funcionarios de los dos países se ven la cara en unas conversaciones que representan un mojón en las crispadas relaciones entre el gigante asiático y la isla de 21 millones cuya reincorporación a China es el sueño del régimen comunista. No caben ilusiones sobre resultados inmediatos de estos contactos; el reloj en Asia se mueve despacio y el contencioso tiene raíces profundas. Ninguno de los dos países ha cambiado básicamente su posición. China pesa mucho, pero Taiwan no es Hong Kong. No ha conseguido, pese a intentarlo a golpe de talonario, un clima internacional favorable a su reconocimiento como Estado soberano e independiente. Pero tiene un sistema político democrático y su propio Ejército. Con Washington de por medio, es impensable una imposición exterior. En este contexto, la visita a Shangai de un alto representante del partido gobernante taiwanés, Kuomintang, y su anunciada entrevista hoy en Pekín con el presidente Jiang Zemin, representa un salto cualitativo. Más relevante por cuanto, en la nueva atmósfera, ni Taipei ha vetado previamente que se discuta sobre cuestiones políticas, ni Pekín ha impuesto el tema de la potencial reunificación como eje de las conversaciones. La inusual flexibilidad de los jerarcas chinos no es ajena a la elección presidencial en Taiwan, dentro de año y medio. Unos comicios que podría ganar la oposición, teóricamente proindependentista.