Nostalgia revolucionaria
"No vamos a permitir que Ford enfrente una factoría contra otra ni aceptaremos producir en Saarlouis coches que debían ser fabricados en Valencia", dice Gilbert Hess. Para él hoy ése no es el principal problema. "Tanto en Portugal como en Almusafes o Saarlouis se ha organizado un sistema de proveedores que es muy peligroso. Aquí, junto a nuestra fábrica, se ha levantado un parque industrial y es ahí donde se fabrican los salpicaderos, asientos, cristales o volantes que luego nosotros montamos. En la mayoría de los casos se trata de empresas que traen la mano de obra de fuera, de franceses contratados en Francia por el salario mínimo y a los que se lleva a trabajar a Alemania. Quedan al margen de nuestra protección sindical y al margen también de la ley alemana. Y no pueden quejarse porque les ponen en la calle enseguida. Eso, que también sucede en otros sitios, es lo primero que hay que arreglar". En Saarlouis los tres turnos durante cinco días han llevado a convertir en laborables tres sábados al mes, sólo por la mañana. Pero se trata de algo voluntario y bien retribuido -un 60% más-. Las reestructuraciones se hacen negociando con los sindicatos. "Antes siempre eran los obreros los que iban al paro. Ahora cuando se discute la cuestión se admite que los directivos y cuadros intermedios, quienes más cobran, también pueden ir a la calle. Es una pura cuestión de igualdad, como también lo era que la dirección dejase de tener una cantina propia. ¿No dicen que todos viajamos en el mismo barco?". Son gestos o victorias simbólicas que alegran un poco la muy bien reglamentada vida de sindicalista de Hess. "Pero no pienso jubilarme de Ford sin antes haber realizado uno de mis más viejos fantasmas: levantar una barricada con neumáticos ardiendo". Sólo por un día, por cuestión de estética. Y de nostalgia revolucionaria.
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