Dos países bajo sospecha
Afganistán y Sudán han quedado aislados de la comunidad internacional por ofrecer refugio a terroristas

Sudán, un país machacado por la guerra y la hambruna, tiene el dudoso honor de figurar desde 1993 en la lista negra de países que, según Estados Unidos, "sostienen, toleran o están mezclados con el terrorismo internacional". Afganistán no está incluido en esa lista, pero en los últimos años viene siendo objeto de una mención expresa por "la utilización de [sus] campos militares para entrenamiento de terroristas internacionales" (informe de 1995). Según esas advertencias periódicas, el Gobierno de Washington viene observando una tendencia "al incremento de los atentados relacionados con la la llamada defensa del islam y por motivos religiosos en general". Es en ese contexto en el que Afganistán y Sudán se han convertido en países bajo sospecha. Nada se dice sin embargo en esos informes de las causas que han arrinconado a los regímenes de Kabul y Jartum a la periferia más remota de la comunidad internacional. El fin de la guerra fría rompió los esquemas. Estados Unidos dejó de tener el mismo interés en los enemigos de sus enemigos, pero tal vez ya era demasiado tarde para desactivar a aquellos islamistas a los que se había animado a oponerse al régimen de Nayib, el último presidente comunista de Afganistán. Nayib había prescindido del sufijo Alá (Dios) en su nombre (Nayibulá) lo que los afganos interpretaron como una renuncia a sus orígenes islámicos. Cuando en 1996 los talibán tomaron Kabul y ejecutaron a Nayib, la oposición afgana llevaba cuatro años fragmentada. Los diferentes grupos que se habían unido en la yihad (guerra santa) contra el dominio soviético se dividieron a lo largo de líneas étnicas y, a menudo, de mero interés particular de los respectivos señores de la guerra que capitaneaban cada una de las facciones.
Libertadores y represores
Sólo los talibán, reunidos en torno al clérigo Mohamed Omar, herido en la guerra contra Moscú y desconocido en Occidente, mantuvieron la cohesión y fueron capaces de aprovechar el descontento popular hacia los excesos de los otros grupos para abrirse el camino hacia el poder. No importaba que se les acusara de ser un instrumento de Pakistán, su fama de honestidad les garantizaba una recepción de libertadores en los pueblos y ciudades a los que llegaban. Su primera acción espectacular se produjo en el otoño de 1994 cuando tomaron la antigua capital real de Kandahar. Un año después cayó Herat y, en otro más, la capital, Kabul, lo que les abrió las puertas a la conquista total del país, empeño que están a punto de conseguir a sangre y fuego. Sin duda, los talibán han impuesto el orden y desarmado a las milicias, pero todo ello ha tenido un precio: la represión (confinamiento de las mujeres, prohibición del cine, la música o la televisión, etc). Su radicalismo y su amparo a movimientos extremistas de otros países han suscitado no sólo la preocupación de EEUU, sino también de sus vecinos, con Irán a la cabeza (los iraníes son shiíes, en tanto que los talibán son suníes). Herederos de la tradición ultraortodoxa de la escuela de Deobandi, estos jóvenes monjes soldados salieron de las escuelas de teología -talibán es el plural de talib, una palabra de origen árabe que significa estudiante- obsesionados con la idea de purificar el islam de cualquier influencia extranjera , un objetivo en el que coinciden substancialmente con el hijo pródigo del régimen saudí Osama Bin Laden, un multimillonario al que EEUU responsabliliza de los últimos atentados en Kenia y Tanzania.
Bin Laden, altamente crítico con la política prooccidental de la monarquía saudí, se refugió inicialmente en Sudán, cuya inclusión en la lista negra incluso EEUU reconoció inicialmente que estaba fundada en meros "indicios". La decisión reforzó el aislamiento del Gobierno del Frente Islámico Nacional, al que pese a ello no le ha faltado ayuda de Arabia Saudí. Aunque la escasez de recursos haya limitado su influencia como patrocinador del terrorismo internacional, su fama como refugio ha venido avalada por las acusaciones de Egipto y por su hospitalidad al terrorista Carlos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma

Archivado En
- Afganistán
- Terrorismo internacional
- Guerrilla Talibán
- Estados Unidos
- Fundamentalismo
- Política exterior
- Guerrillas
- Al Qaeda
- Infraestructura terrorista
- Sudán
- Política antiterrorista
- Islam
- Financiación terrorista
- Guerra
- Ideologías
- Asia
- Lucha antiterrorista
- Conflictos
- Grupos terroristas
- Relaciones exteriores
- Terrorismo
- Política
- Religión
- Oriente Próximo
Últimas noticias
Los muertos por los ataques de Estados Unidos contra supuestas narcolanchas superan el centenar
El Gobierno de Gustavo Petro anuncia la emergencia económica
Las autoridades detienen a ‘Delta 1′, líder de Los Deltas y socio del hijastro del Mencho
Sílvia Orriols inaugura la sede de Aliança en Barcelona, con un alquiler de 3.000 euros
Lo más visto
- El Supremo condena a ‘Okdiario’ y a Eduardo Inda por intromisión en el honor de Iglesias al acusarle de cobrar de Venezuela
- Los pagos del Gobierno de Ayuso a Quirón engordan con facturas de hace una década y sin pagar desde tiempos de Cifuentes
- Más de 40 congresistas demócratas piden por carta a Trump que cese en sus “intentos de socavar la democracia en Brasil”
- Los hijos de Isak Andic negocian un acuerdo para pagar 27 millones a la pareja del empresario y cerrar el conflicto por el legado
- Irene Escolar: “Si la gente se droga es porque encuentra en ello una anestesia que necesita. Negarlo es absurdo”




























































