El sistema educativo

Lo que más lamento es que mi primera carta a este periódico sea para discrepar con una persona a la que admiro tanto como a don Antonio Muñoz Molina. Pero la carta de ocho profesores de Alcalá de Henares me ha impulsado a ello, pues lo que en el señor Muñoz Molina es disculpable desconocimiento en ellos se convierte en culpable ignorancia.Yo también soy profesora y creo que la mía, como todas las profesiones creativas, combina arte y técnica. Y la técnica debe ser siempre perfeccionada basándose en los avances de la ciencia; en nuestro caso, la psicología y la pedagogía. ¿Qué diríamos de un médico que despreciara las investigaciones en bioquímica y farmacología porque "esos señores no han visto en su vida un paciente"?, ¿o de albañiles que ignoraran los cálculos de arquitectos e ingenieros porque "ésos nunca han puesto un ladrillo"? ¿Es que la enseñanza ha de ser siempre una profesión de chapuzas en la que se toca de oído basándose en el instinto profesional?

La psicología y la pedagogía trabajan sobre datos verificables, y, como en toda ciencia, sus resultados están abiertos al debate de la comunidad científica y de la sociedad. Investigan no sólo cómo se enseña, sino sobre todo cómo se aprende y qué aprendizajes son permanentes y conforman en los alumnos una nueva forma de enfrentarse a la vida y de interpretar la realidad: aprendizajes que, admitámoslo, se hacen mayoritariamente fuera de la escuela.

El problema que preocupa a Muñoz Molina es el de la selección de los contenidos de la enseñanza, y en ese punto estoy completamente de acuerdo con él. Pero las decisiones sobre qué se debe enseñar se toman con criterios ideológicos y políticos, y es en el contexto de la política de los Gobiernos autónomos de imponer una visión nacionalista de la historia donde hay que entenderla, y no en el debate de la renovación pedagógica.-