Brasil reconoce la quiebra de su industria nacional bélica
Cuando en 1977 el presidente de EE UU Jimmy Carter impuso restricciones a la venta de armas a Brasil, debido a las violaciones de derechos humanos perpetradas por la dictadura militar, no podía imaginar que estaba dando el pistoletazo de salida para el nacimiento de una robusta industria bélica nacional, hoy en quiebra.En poco tiempo, la naciente industria nacida a la sombra de los uniformes, se convirtió en un éxito resonante. En 1985 las exportaciones de armas y equipos bélicos brasileños llegaban a los 1.000 millones de dólares anuales. Al tiempo que desarrollaba industrias estatales dirigidas por militares, como la Engesa, Avibrás e Imbel, Brasil se convirtió en destacado exportador a Oriente Próximo y en comprador en Francia, Reino Unido y Alemania. En Francia adquirió aviones Mirage, en el Reino Unido, misiles y en Alemania, submarinos y carros de combate.
Cuando terminó la dictadura, el embargo estadounidense se mantuvo sin cambios. Las razones eran otras: el temor de que Brasil revendiera parte de esas armas a países como Irán o Irak. La presión de Washingon fue enorme, llevando incluso el problema de la transferencia de tecnología al Grupo de los Siete. Fue un duro golpe para el programa nuclear brasileño. En 1991, el presidente Fernando Collor claudicó y puso fin a ese ambicioso proyecto. Durante los últimos 10 años la industria bélica brasileña se ha reducido hasta casi desaparecer.
Con el levantamiento del veto estadounidense, Brasil, a pesar de su exiguo presupuesto militar, debe comprar de Francia y EE UU 40 cazabombarderos, aunque necesitaría 100 para alcanzar el nivel de 1977. En el presupuesto de este año, las Fuerzas Armadas cuentan con 100 millones de dólares (1.530 millones de pesetas) para la adquisición de "recursos bélicos". Pero nada impide desviar fondos de la cuenta "reequipamiento" y alcanzar los 600 millones de dólares.
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