Entre paraguas y convertibles

Juan Villalonga dedicó más de 60 minutos a repasar los logros de Telefónica. Al final, incluso alguno de sus consejeros comentaba que el discurso había sido "demasiado largo". Fue un aburrimiento. Villalonga dijo que 20.000 empleados han comprado acciones; que Telefónica tendrá más clientes en América Latina que en España en el año 2000, que en ese mismo año habrá ocho millones de clientes de teléfonos móviles en el mercado doméstico.La concurrencia esperaba que en el turno de preguntas de los accionistas salieran a relucir los asuntos que la prensa destacaba como de rabiosa actualidad en sus ediciones de ayer. Algo de la plataforma digital, de la alianza con British Telecom o de la posible compra de Retevisión.

El secretario del consejo, Javier Revuelta, abrió el turno pidiendo disculpas a los numerosos accionistas que habían acudido un día antes, en primera convocatoria, y se encontraron con que no había quorum suficiente para celebrar la junta.

Entonces se abrió el fuego. Hubo una queja sobre una emisión de bonos convertibles en acciones, a 10 años, por valor de 100.000 millones, que no tiene en cuenta el derecho preferente de los actuales accionistas. Villalonga explicó que está dirigida a inversores institucionales y tendrán que pagar una prima.

Alguien preguntó por la política de dividendos y el presidente repitió automáticamente: "El accionista es nuestra primera preocupación". Telefónica creará una oficina permanente de información al accionista y repartirá un dividendo complementario de 54 pesetas, con cargo al ejercicio de 1996, a partir del 3 de junio.

Una pregunta con respuesta rápida sobre la venta de Sintel y los intervinientes entraron en harina. La exposición del accionista Ortiz recibió una cerrada ovación. Se quejó de las colas que habían tenido que soportar para recoger su regalo anual con motivo de la junta. "Horas de espera", dijo. Bajo un sol de justicia estos días en Madrid (hasta 29 grados) y para conseguir un paraguas de color azul.