Explosiva mezcla de frustraciones
La teoría de una conspiración mafioso-marxista a los mandos de la revuelta albanesa, extraodinariamente grata al poder de Tirana, no parece compadecerse con los acontecimientos y las características de sus protagonistas. La gran mayoría de las personas, decenas de miles, que estos días cogen un fusil en las ciudades y pueblos del sur de Albania parecen cualquier cosa menos mensajeros de un tenebroso comité central en busca de una guerra civil.No hay indicios de que ninguna organización política haya planeado las masivas pro testas o los saqueos de los arsenales y armerías policiales. Parece claro, sin embargo, que en el origen de la revuelta están envueltos una difusa mezcla de gente opuesta a Berisha, milita res licenciados por falta de presupuesto y delincuentes locales.
Los albaneses están convencidos de que Berisha, sus adláteres y su partido, se han beneficiado de las fantasmales organizaciones piramidales, auténticas lavadoras de dinero que en su quiebra han arrastrado a la miseria a centenares de miles de ciudadanos. Y muy en especial, del Sur, donde la pobreza es menos acusada y donde persiste un apoyo mayoritario a los antiguos comunistas, herencia de los privilegios de la era de Enver Hoxa, el dictador natural de Gjirokaster.
"No tenemos ningún problema con el Norte, todos somos el mismo pueblo". La afirmación de uno de los cabecillas de la revuelta de Tepelena se repite como una letanía cuando se pregunta a un albanés sobre posibles agravios regionales en el origen de la sublevacion. Como materia de discusión académica vale decir que étnicamente hay dos grupos de albaneses, los tosk, en el Sur, y los ghegs en el Norte, cada uno con su cultura y tradiciones, y éstos con una organización tribal muy cerrada. Berisha procede del Norte, lo que explica que haya distribuido entre sus paisanos no sólo trabajo y gabelas, sino todos sus puestos de confianza, incluida la policía.
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