Y ahora, Bulgaria
LA EUROPA suroriental se está moviendo. Hartos ya del dominio de las nuevas nomenklaturas que bajo el disfraz de una seudodemocracia y bajo el ropaje de partidos nominalmente socialistas ni siquiera resuelven sus problemas económicos, la ciudadanía empieza a rebelarse, ya sea en Belgrado, Zagreb, Bucarest o Sofía. El intento popular de asaltar el Parlamento búlgaro tras una tormentosa sesión que rechazó un adelanto de las elecciones es una onda más en las agitadas aguas de esa parte del Viejo Continente.La oposición, liderada por la Unión de Fuerzas Democráticas, lleva semanas ejerciendo serias presiones sobre el régimen búlgaro. Poco antes de la Navidad, el impopular Yan Vídenov se vio obligado a dimitir como primer ministro y como líder del Partido Socialista Búlgaro (PSB). Se ponía en marcha lo que puede ser el principio de un fin. El nombramiento de Guergui Parvánov al frente del Gobierno no sólo no ha calmado la situación, sino que la ha empeorado. La oposición pedía que el Parlamento aprobara una "declaración de salvación nacional" que hubiera supuesto la convocatoria de elecciones anticipadas y medidas para sacar a la economía del atolladero en que se encuentra. El voto contrario por parte de un partido que teme perder el control que ejerce disparó la furia de los manifestantes, que intentaron asaltar e incluso incendiar el edificio.
Pero el ejemplo de Serbia -donde Milosevic, cuando crece su aislamiento nacional e internacional, se está viendo obligado a hacer concesiones gota a gota a una oposición que no ceja en su voluntad de reclamar limpieza democrática- está haciendo mella en Bulgaria. El frío del invierno está calentando los ánimos. Pese a que su resultado es aún incierto, estas presiones populares abren ventanas de esperanza para que esta Europa suroriental, que sólo cambió a medias tras los acontecimientos de 1989, pueda aspirar a integrarse en el gran proyecto de una Europa amplia y democrática. Para ello merece todo el apoyo de la Europa que se salvó.
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