Irak tiene la culpa

La decisión del rey Hussein de Jordania de expulsar a dos diplomáticos y a un empleado administrativo de la Embajada de Irak en Ammán hace dos días era vista ayer como el curso natural de los acontecimientos después de que el monarca acusara abiertamente al régimen de Bagdad de instigar la rebelión del pan que sacudió el reino.Pero nadie ayer podía pronosticar con exactitud cuáles van a ser los posibles efectos de la más reciente medida antiiraquí en un país en el que Sadam Husein sigue siendo venerado en secreto como el campeón de la alicaída causa árabe.

"Todo está en manos del Gobierno jordano. El rey va a tener que desactivar la incipiente crisis si es que lo que quiere es evitar una total ruptura con Irak", decía ayer un veterano observador occidental.

"Irak, ciertamente, no está interesado en que las cosas pasen a mayores", añadió en referencia a la actual dependencia de los iraquíes de la carretera Bagdad Ammán, desde 1990 la única vía de comunicación de Irak con el resto del mundo.

El Gobierno jordano anunció hace dos días la expulsión del agregado de prensa, Adel Ibrahim, el primer secretario Jalid Rashid Misleh y él empleado Abbás Alí Hasan por realizar "actividades incompatibles con sus funciones", el eufemismo que en la jerga diplomática quiere decir espionaje o intrusión.

El rey Hussein ha acusado a Irak de instigar los disturbios callejeros de la semana pasada y ordenó la detención de decenas de miembros y simpatizantes del Partido Baaz (gemelo del iraquí).

Esas acusaciones han sido ridiculizadas por el régimen de Bagdad, donde la prensa oficial señala que las protestas por la duplicación del precio del pan fueron una manifestación de repudio popular a las políticas. económicas dictadas por el Fondo Monetario Internacional.