Los vigilantes de la playa (!)
Siempre me han emocionado esas Cartas al director en las que alguien da las gracias a un otro, por el particular trato, cuidado y afecto con el que desempeñó un buen servicio. En la mayoría de ocasiones, estas muestras públicas de agradecimiento no hacen sino revelar la sorpresa ante un comportamiento percibido como excepcional: la exquisitez en el trato como medida de la calidad de un servicio público (¡cuando ésta debiera de ser inherente al mismo!.). En esta ocasión, sin embargo, lo que he podido constatar, muy a mi pesar, ha sido el gran desfase entre las expectativas creadas y el servicio recibido. Y es especialmente lamentable cuando el servicio del que hablo era la petición de ayuda urgente ante una emergencia sanitaria.Efectivamente, el pasado 3 de agosto disfrutábamos de los últimos rayos de sol en una de las calas de Jávea cuando se acercó a la orilla una lancha pidiéndonos socorro. Una de sus ocupantes había caído al mar y se había producido una gran herida con la hélice del motor; según nos relataron entre sollozos, habían solicitado auxilio a otra embarcación cercana que no les ayudó (!). Rápidamente, una persona subió a la carretera para llamar desde su teléfono móvil a una ambulancia. Al cabo de media hora apareció una pequeña embarcación de la Cruz Roja y un joven que se acercó nadando: le habían dicho que había alguien ahogado (!). Aproximadamente a los 45 minutos divisamos la ansiada ambulancia seguida de varios miembros de la Guardia Civil. Además de tardar en reaccionar, bajaron por la montaña con una camilla de hierro y unas cuerdas para sujetar a la herida que ni siquiera parecían saber anudar. No sé si soy quién para decirlo, pero todos nos quedamos perplejos ante un personal sanitario que llegó con tan sólo una venda y que, en ningún momento tomó las riendas de la situación. El colmo se produjo cuando uno de los guardias civiles preguntó, como si aquello no fuera con él: "¿Hay bastantes personas para subirla?".
Y claro que había bastantes personas, menos mal que había personas, las mismas que tomaban el sol cuando la herida llegó por el mar, las mismas que esperamos durante 45 minutos que, como en las películas, una esperanzadora cruz roja o blanca, me da igual, llegara urgentemente para cuidar de aquella chica.-
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