Un quite de Curro
, Curro Romero entró al quite en el cuarto toro, lo hizo, puso tres cuartos de plaza en pie, y podríamos haber aprovechado entonces para irnos todos porque después no hubo nada.No hubo nada después ni antes tampoco. La famosa Corrida de Beneficencia que no beneficia a nadie fue un solemne aburrimiento. Seis toros vulgares soltaron a la arena, corretearon por allí, los toreros simularon que los lidiaban, murieron los toros sin pena ni gloria, los arrastraron las mulillas, y de esta guisa seis veces seis, a
ritmo de salmodia.
El quite de Curro a salvo.
En una ocasión se cayó Pepín Liria en la cara del toro, se libró de la tarascada y celebró la gente tanto que el voluntarioso torero saliera ileso como que hubiera tenido la amabilidad de amenizar la función.
Torrestrella / Romero, Esplá, Liria
Toros de Torrestrella (uno rechazado en el reconocimiento), desiguales de presencia, 3º anovillado, varios sospechosos de pitones, flojos, manejables. 5º de Joáo Moura, devuelto por inválido. Sobrero del Conde de Mayalde, bien presentado, encastado.Curro Romero: media, rueda de peones y tres descabellos (división y saluda); estocada corta delantera, rueda de peones y dos descabellos (división y saluda). Luis Francisco Esplá: bajonazo (aplausos y también pitos cuando saluda); media atravesada baja y rueda de peones (silencio). Pepín Liria: estocada (aplauso y también pitos cuando saluda); pinchazo hondo tendido y estocada (palmas y algunos pitos). Asistieron el Rey, los Duques de Lugo y la Condesa de Barcelona, acompañados por el Presidente de la Comunidad de Madrid Plaza de Las Ventas, 20 de junio. Corrida de Beneficencia. Tres cuartos de entrada.
Toros nobles se le fueron a Curro Romero sin torear -se exceptúa el quite- pues si se esforzaba en estirar la planta para los derechazos, no lograba templarlos.
Toros nobles se le fueron sin torear a Luis Francisco Esplá, y hasta sin banderillear, ya que clavar a cabeza pasada, trasero y por los espacios laterales no es propio de maestros banderilleros. Luego, en los turnos de muleta, se límitó a cumplir de distinta guisa: sosegado con su boyante primero en la ejecución de abundosos medios pases más un farol, crispado con el encastado sobrero que hizo quinto bis. La casta de los toros es lo que preocupa a los toreros, porque no admite bromas, y el quinto bis a Luis Francisco Esplá le achuchó y le desarmó tres veces para que supiera lo que vale un peine.
Toros nobles se le fueron sin torear a Pepín Liria, que está empeñado en demostrar su fogosa disposición -pese a que la tiene sobradamente reconocida-, mientras aún no ha conseguido convencer de que conoce los cánones del toreo. Abusar del pico, perder pasos (en ocasiones eran zancadas) y renunciar a la ligazón de los muletazos, eso no es torear; eso es destorear.
A la gente que ahora va a los toros, sin embargo, le da igual toreo que destoreo, aplaudía gozosa la desmesura pegapasista del autor, por tanto, y un entusiasta suyo levantó la voz para decir: "¡Curro, aprende a torear!"
Pepín Liria dando clases de tauromaquia a Curro Romero: ¡Oh, qué surrealista situación!
Cuando Curro hizo el quite por verónicas, a nadie se le sugirió que tomara nota. Aprender el toreo es ardua empresa. El toreo o se lleva dentro o no hay tu tía. La media verónica y majestuosa con que remató Curro los lances fue arte y no industria, fue sentimiento más que suerte ceñida al canon. Y cuando volvía de crear aquella belleza, en la plaza olía a torero.
Tres cuartos de plaza dejó embriagados de torería Curiro Romero, y no la plaza entera sencillamente porque no estaba llena. La corrida de Beneficencia que no beneficia a nadie -salvo a ciertos toreros, que piden por torearla el equivalente a un atraco al Banco de España- interesó muy poco en su planteamiento, en su nudo y en su desenlace. O dicho de otra manera: constituyó un fracaso.
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