Contra las locuras

Aunque ahora se le vea desgalichado y parezca amilanado, la primera pasión de Rafael Moneo fue ser futbolista. Luego, los factores de ser muy despierto y aplicado, cosechar los primeros puestos en todas las asignaturas y absorber los aires tecnológicos de un padre ingeniero industrial, le orientaron por la arquitectura. "Enseguida me entusiasmé con la carrera y siempre la he vivido como una oportunidad de grandes satisfacciones. Con la arquitectura se puede trasmitir una visión del mundo, como con cualquier otra de las artes y desde ella, a su vez, he sido impulsado a interesarme por todas las materias. Toda mi vida he sentido una gran curiosidad por las cosas más diversas y he valorado mucho, desde que tuve ocasión de disfrutarlo, el privilegio de contemplar el mundo a través de los viajes, poder continuar extrañándome dé los paisajes y costumbres de otros mundos".Los amplios conocimientos arquitectónicos de Moneo, referidos a la historia o la actualidad ("Yo estoy bien informado", reconoce), le sitúan en una clara ventaja dentro del medio profesional, a la vez que han enaltecido su prestigio de profesor extraordinario. Insólito es tropezar con un alumno de la Escuela de Madrid o la de Barcelona, donde enseñó desde 1970 a 1980, que no se ufane de haberle tenido como maestro y admita deberle lo más nodular de su vocación.

Actualmente Rafael Moneo tiene obras en Berlín, en Murcia, en Barcelona, en Houston, en San Sebastián de los Reyes. Muy pronto las tendrá en todos los continentes a través de la resonancia que en la escena mundial provoca siempre la obtención del Premio Pritzker. ¿Hará entonces la obra más libérrima y loca que nunca pudo hacer? "Nunca haría -responde- locura alguna por el gusto de complacer ese instinto. Sólo haría una obra loca si la propia naturaleza del proyecto que, se me encargara lo pidiera en sí mismo".