Tímida velada con Carlos Cano

La misión del abogado del diablo en los procesos de canonización consiste en poner objeciones a la presunta, santidad del encausado, aunque esté convencido de ella, como es el caso.Carlos Cano llenó el Monumental el sábado y el domingo. Hay que decir a su favor que montó un recital sin ánimo de apoteosis. Fue una velada intimista y timorata, precedida por rotunda ovación del público cuando el artista salió a escena y dijo: "La vida es aquello que nos queda por vivir". A partir de ese momento, el público se puso beatífico y, contemplativo.

En ocasiones aquello parecía una salmodia gregoriana intrusa entre boleros, tangos, habaneras, fados, pasodobles, coplas.

Carlos Cano es muy tímido y canta para adentro; se le puede escuchar con los ojos cerrados, poniendo cada cual su propia coreografía. El granadino omite conscientemente algo que parece fundamental en todo espectáculo, la dirección, escénica, el ritmo. Todo el peso del concierto está en los matices de su voz cálida, en bellas canciones melancólicas impregnadas de aromas solidarios.

Hay quien dice que es así como le gusta a su público. Puede ser cierto, pero la dignísima oferta de Carlos Cano llegaría mucho más lejos si el cantante se soltara la melena e irrumpiera en escena con todo el poderío y la sensualidad del barroco que lleva dentro.