Dos tazas de caldo gallego
Aunque lo del aborto no quede asido a ello, ya parece que de hoy no pasa la solemne designación de una hermosa ciudad española como futura capital cultural. Y para que se vea que también uno intenta sostenerse, sin manos, en la flexible voluntad del lector, me apresuro a copiar aquí aquello que más escucho: "¿Qué es eso?". Quisiera yo saberlo. Pero sí sé, en cambio, que algo tienen en común el deseo (de natural, adolescente) y la rutina del escritor útil: sentir verdaderas ganas de hablar de lo que se ignora o de lo que de sobra se sabe. Para acabar sabiendo, por que la vida es repentina y dura, que algunos ven en esta quisicosa de la capital cultural "una forma privilegiada de cohesión espiritual en torno a un lugar preciso", mientras que otros la asocian a la rebatiña de pegatinas, llaveros, camisetas, insignias y hasta sombrillas playeras, como aquéllas que nos traía el vecino del quinto cuando lo de Madrid Cultural, porque ese pobre hombre, la verdad, es un buenazo, por mucho que pertenezca, según diría Norma Duval, a la modalidad más rijosa en su género: funcionario de Ayuntamiento. "Pero, con esas bromas tercermundistas y tendenciosas", añadirá un tercero en conciencia, "no vamos a ocultar que aquí lo que se busca es una suculenta subvención europea para armar un fiestorro de puta madre". Y así avanza este anochecer entre opiniones encontradas, sin llegar a saber si mañana -que ya es hoy, como a veces se explica- tendré que consolar a los de Salamanca con el recuerdo de las cinco pedradas gabrielgalanescas en el estómago refinado de Benito Floro, ¡ese santo!, o felicitar al reino de Valencia por haber combatido, con mucha clase y aun mayor tronío, hasta el mismísimo final de la tragedia.Pese a todo, y dado que ya es viernes, dan fuertes tentaciones de pensar en Santiago de Compostela como capital designada. Y es que allí a la cultura la quieren todos. Y ese querer global, ¿para qué negarlo?, nos lleva de inmediato a las nubes y a arrimar la sardina al botafumeiro. Porque pueden volver el Papa y Julio Iglesias, exhibirse la copa del Deportivo, publicar las Obras Completas del sociólogo Miguel Cancio, y Os Resentidos versionear, sin más gaitas, aquella guarrindonga guaracha de Bimbi: "Tol día con la boca abierta/ el marido de Asunción /y ella vio desde la puerta / cuando se tragó el ratón". Mestizaje radical: tradición, Arsenio para todos, vanguardia y cachondeo. Pero el sentimiento compostelano predominante, de ganar este mediodía en el campo cultural como ganó la otra noche el Deportivo en el del Bernabéu, tendría que ser la imitación castiza sin renunciar a su propio acento. Y soltarlo en una secuencia, movida, de algún telediario nacional: "¿No queríais caldo? ¡Pues dos tazas!". Ese tipo de orgullo caldeado, televisible y nada elitista es el único capaz de otorgarle un firme sentido a la titubeante cultura. Bueno, algunos otros hay, si bien un poco menos confesables; como el de aquel escritor que al término de una cena en la que echó una parrafada en favor de una ciudad concreta (entonces ya aspirante a la capitalidad. cultural), tuvo el arrojo de aclararme en voz baja: "¡Me han dado medio kilo por la faena!". No nombro al virtuoso, pero doy fe de la virtud plateresca.
Puestos en semejante plan, y dando por sentado que iremos a Santiago, hay que considerar que ya en Valencia tienen lo suyo con lo que hacia el IVAM se encamina y que Bilbao tendrá lo ajeno con el Museo Guggenheim. Salamanca, lo dicho, habrá de conformarse con ir del cero al cinco y hacer la vista gorda, ante los troncos secos que Agustín Ibarrola ha pintado con colores muy charros. Queda, además, el atizador recurso de picarse, rascarse e ir por libre. Se hace una colecta en todas las capitales descartadas, se pone a prueba la voluntad cultural de la población y se organizan espectáculos que obliguen a correr (pagando en los fielatos) de Salamanca a Valencia y de Santiago a Bilbao. Mas, si la voluntad competitiva no diese para mucho en ciertas partes, tenemos la, reserva cultural gratuita, ésa que aquí jamás nos falla: campanarios y cabras, navajas y vaquillas, tomates y pilones. Y, para pasacalles aurorales, que resuciten a la Orquesta de Chupaligas. Aunque, si nombran a Marchesi ministro de Educación, nada podrá rivalizar con semejante charlotada.
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