Mejor un tiro en la cabeza

, ENVIADO ESPECIAL
El coronel médico Christophe Nsukami-Tzaki, grandes patillas puntiagudas, cordial y de baja estatura, responde al prototipo del militar zaireño. Como miembro de uno de los, ejércitos peor pagados del mundo y por tanto. más corruptos, desliza la especie de que acaso su riesgo y sus declaraciones merezcan una compensación económica. Se trata sólo de una sutil sugerencia que se queda en eso en cuanto se le pregunta si lo que pretende es cobrar por sus palabras. Pero lo que le sobra es valor. A sus 48 años se enfrenta a la misión más peligrosa de toda su vida. El, que ha conocido el silbido de las balas en combate, asegura sin ambages: "Preferiría morir de un tiro en la cabeza que de una infección de Ebola". Cuando llegó de Kinshasa el 9 de mayo, al día siguiente de que un laboratorio de Atlanta confirmara que la epidemia que hacía estragos en Kitwit era un brote del mayor depredador viral conocido, "la desorganización era, total". Creó dos unidades de intervención rápida con voluntarios locales, una furgoneta y un camión: "Para retirar muertos y para localizar enfermos". Mientras los organismos in ternacionales de apoyo cuentan con vehículos todoterreno, teléfonos vía satélite Y agua embotellada, él y sus hombres van, pobremente armados contra la amenaza invisible. "El 13 de mayo recogimos 13 cadáveres reventados por la acción del virus, después de trabajar desde. la mañana a la noche". Aunque espera un repunte de la epidemia esta misma semana, cuando se empiece a manifestar la enfermedad en quienes estuvieron en contacto con infectados antes de que saltara la alarma, cree que el virus ha sido contenido. Lo que sí tiene claro es que cuando regrese a Kinshasa, con su mujer y sus seis hijos, se pondrá a sí, mismo en cuarentna. Por si las moscas.
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