Bruckner en una gran batuta

Hubo gran afluencia de público en el segundo concierto de la serie Bruckner. Volvía a actuar la Filarmónica Checa, esta vez bajo la dirección de su actual maestro titular, Gerd Albrecht (Essen, 1935). Desde los primeros compases de la Quinta sinfonía, de Schubert, quedó claro que el nivel de la sesión superaría en mucho el de la inaugural. La batuta de Albrecht parece devolver a los filarmónicos checos su bello sonido transparente, su ligereza flexible y su mordente aunque el concepto se mueve dentro de una 1ínea fría" que, a veces, linda con lo aséptico y resulta dificil imaginarse a Schubert dentro de tales supuestos.Por otra parte hoy se ha impuesto la soledad de las sinfonías brucknerianas en los programas, sabia medida de quienes diferencian lo que es duración cronométrica y tiempo musical o psicológico. En el caso de una obra como la Novena, la densidad musical, la complejidad de contenido y de estructuras, bastan para llenar un programa de concierto.

Música grande y hermosa que la Filarmón1ca Checa y su maestro nos hicieron vivir desde la emoción que comporta siempre lo bien hecho y el afán de desentrañar y poner bien en claro ese bosque misterioso que ocultan los pentagramas trascendentales.