Del mas pijo al más moderno

Prince es, como diría un pedante, un artista de amplio espectro. Quiere decir que no se limita a perpetuar machaconamente una misma fórmula, sino que sus canciones abarcan todo tipo de ritmos y estilos. También es un artista de masas, y eso, junto a la variedad de su música, se reflejaba en el público que acudió a verle a Las Ventas. Allí había de todo. Desde pintas de estudiante de telecomunicaciones, hasta un montón de gente guapa y ambigua, como su ídolo.Los más modernos iban rigurosamente etiquetados al revival de los años 70 que se estila ahora. Pero no habían sacado del armario de sus padres las ropas, se notaba que todo lo que llevaban lo habían comprado en una tienda de moda.
Tanto ellos como ellas iban guapísimos. Ellos, con pantaloncitos marcapaquete, como los que llevaba el telonero, Marc Parrot, y ellas con pantalones de campana y el ombligo al aire. La abundancia de cuerpos hermosos y bronceados hacía exclamar a un vendedor ambulante de Coca-Cola, que se quedó ensimismado al ver a una despampanante rubia: "Eso es
el suelo y, el resto arañarlo". Los seguidores más enrollados siguieron al pie de la letra la consigna del enano de Minneapolis, y acudieron morena de azules ojos deslumbrantes, totalmente enlutada, decía que iba vestida así en honor a "su príncipe de ébano".
Los asistentes más tempraneros que desde varias horas antes de las siete de la tarde -cuando se abrieron las puertas del coso- formaban colas, fueron recompensados con el acceso a un recinto acordonado frente al escenario, práctica que parece ser la última moda en lo que a conciertos multitudinarios se refiere (recuérdese los de U-2 y Gun'n Roses en el Vicente Calderón de hace meses).
Prismáticos y aros
Fuera, los vendedores de camisetas y demás objetos relacionados con el acontecimiento, habían montado sus chiringuitos. En esta ocasión había dos curiosas novedades, que se unían a la habitual venta de pañuelos, colgantes, refrescos, etcétera. Se trataba de la posibilidad de comprar unos aros fósforescentes con los que adornarse la cabeza, o de alquilar prismáticos para ver de cerca los movimientos de Prince y de su banda. Por 700 pesetas uno podía hacerse con uno de estos artefactos y ver el concierto como en primera fila, aunque se encontrara en el más alto de los tendidos. Eso sí, había que dejar el DNI o 4.000 pesetas como fianza.El ambiente fue en general tranquilo, aunque como suele suceder se fue calentando. 4.000 pesetas por entrada son muchas, y hay que amortizarlas expresando la mayor alegría posible.
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