Merlene Ottey quiebra su racha de fracasos
La victoria de la jamaicana, fiel a sí misma, fue muy apurada ante Gwen Torrence

Merlene Ottey fue fiel a sí misma en el día más brillante de su vida. La atleta jamaicana ganó los 200 metros y quebró su larga historia de fracasos. Pero la victoria tuvo el grado de angustia y tensión que también presidía sus derrotas. La estadounidense Gwen Torrence la apretó de tal manera que de nuevo se hizo necesaria la fotografía. Esta vez el torso de Ottey llegó primero. En los últimos 30 metros se vio el verdadero problema que ha quebrado tantas veces sus ambiciones. Su ventaja tenía un rango suficiente, dos metros sobre Torrence, un mundo a favor de una atleta que lidia con los 200 metros desde los Juegos Olímpicos de Moscú. Nunca la velocista jamaicana se había encontrado en una posición mejor. Pero se encogió otra vez v a punto estuvo de verder.
Había realizado una buena salida y su curva había sido inmejorable. En la recta se presentó con un metro de ventaja. No tenía nada que temer. Por eso, al final, declaró mirando la medalla de oro: "Al fin la tengo. Me ha costado 13 años y llegué a pensar que no podía conseguirla. Despues de lo que pasó en el 100 ha sido muy duro mantener la concentración".Ottey se ha creado un ejército de fantasmas en su cabeza. Su incapacidad para cumplir con su papel de favorita ha terminado por debilitarla. Y esa debilidad psicológica estuvo a punto de hundirla en la final de 200.
Torrence, una atleta que sirve como barómetro del estado de sus rivales, hizo su trabajo hasta el final. Es una velocista que nunca cede. Le falta la clase de las grandes campeonas, pero tiene más fortaleza mental que ninguna. Si sus rivales flaquean en algún instante, Torrence ganará.
Ottey estuvo a punto de ceder. "Tenía demasiadas ansias por ganar y corrí muy rápidos los primeros 100 metros. No tenía fuerzas en los 10 últimos", confesó. En efecto, la atleta relajada y fluida de los primeros 150 metros comenzó a boquear en busca de aire. Su gesto se crispó y las piernas se acorcharon. Torrence seguía con su misma cadencia. Los fantasmas volvían a la cabeza de Ottey. Estaba al borde de un triunfo que acabaría con su desastroso mito, y eso la bloqueó. Sin embargo, el destino se puso de su lado por una vez. Torrence apretó, convencida hasta el final de sus posibilidades. Las dos entraron entre la incertidumbre de los 50.000 espectadores. Como si quisiera negar la evidencia de la angustia final, Ottey cogió la bandera de Jamaica y se colocó una banda que rezaba "la reina Merlene". Torrence se sentó en la pista y esperó. Quería ver las imágenes de la llegada y la fotografía electrónica. Sabía que la decisión se jugaría en una o dos centésimas. Merlene continuó su vuelta de honor, como una autista. No sabía que había ganado, pero quería creerlo. Y por fin sucedió, dos centésimas de segundo le habían dado el triunfo: 21.98 segundos frente a 22.00. El mito, al fin, estaba roto.
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