Faltan cursillos de alegría

ANTONIO LORCA, La mayoría de los novilleros necesita un cursillo de alegría. Algunos, un master. Y otros, ni con sesudas sesiones de estudio conseguirían aprender cómo se levanta una tarde que se despeña por el aburrimiento. Muchos creen que con el gusto basta, que con la postura es suficiente, y la confunden con el arte.
Será dificil encontrar una terna con más gusto que la que hizo el paseíllo en La Maestranza. Y será casi imposible encontrar una terna más aburrida, desangelada y vencida. Los chavales son víctimas del desenfreno de sus mentores: exigen una novillada justa de presencia, abrochadita de pitones, con cara de buena gente. Y se la dan. Cuando sale el novillo, resulta que es un santo varón de los de ahora, tan noble y flojo que da lástima. Más que un novillo, parece un merengue. Y, claro, pasa lo que pasa: ¿A quién le emociona ver cómo otro se come un merengue? Hay que ser un artista consumado para crear arte en tales circunstancias. Si sólo se tiene gusto, se puede llegar a aburrir a las ovejas.
Torrestrella / Díaz, Sánchez, Conde
Novillos de Torrestrella (6º, sobrero, en sustitución de un inválido), justos de presencia, muy nobles y blandos.Joaquín Díaz: ovación; silencio. José Ignacio Sánchez: vuelta por su cuenta; silencio. Javier Conde: silencio en los dos. Plaza de la Maestranza, 9 de mayo. Tres cuartos de entrada.
Los tres novilleros llegaron a la Maestranza con la lección aprendida del gusto, y salieron con el lastre del aburrimiento sobre sus espaldas. Los Torrestrella eran sosos, como ellos quieren, blandos, suficientes para el triunfo de quienes pretenden tomar el cetro del arte. Pero no fue posible. Los tres fracasaron.
Javier Conde debutaba tras una fulgurante y exitosa carrera de novillero artista. Le tocó el mejor lote y estuvo peor que ninguno. Una buena verónica, un adorno, un natural, sin ligazón, sin convicción, con frialdad y sosería. Muy por debajo de su primero, se afligió en el sexto.
Joaquín Díaz lleva varios años apuntando, pero no dispara. Sigue siendo una esperanza a pesar de sus esfuerzos por demostrar que le puede la apatía. Un torero de gusto que, cuando se ha gustado, no sabe qué hacer. El debutante José Ignacio Sánchez se llevó lo peor del encierro. Ejecutó un toreo fino con el capote y vertical con la muleta. Va para torero listo: dio una vuelta por su cuenta.
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