Colegios profesionales

Desde la llegada de la democracia, son muchos los ciudadanos que se preguntan por qué para ejercer determinadas profesiones se les obliga a pertenecer a un colegio profesional.Es innegable que dicha obligación restringe la libertad individual de todo ciudadano académicamente titulado para el ejercicio de la profesión que ha elegido, lo que en una sociedad democrática avanzada, como quie

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re ser la nuestra, es a todas luces rechazable.

Parece evidente que con la ley de reforma de los colegios profesionales lo que el Gobierno fundamentalmente pretende es el abaratamiento de los servicios que los profesionales de esos colegios prestan a los ciudadanos; pretensión por otra parte sumamente encomiable. Pues bien, a mi juicio, para el inmediato logro de tan encomiable pretensión no es suficiente con la liberación de honorarios, única medida encaminada a la obtención de tan loable propósito que contemple el gubernamental anteproyecto de la ley de reforma de los colegios profesionales. Sin embargo, si a dicha medida se le añade e incluye en el anteproyecto la libertad de colegiación, automáticamente se producirá un considerable abaratamiento de los servicios, con el consiguiente beneficio para nuestra sociedad, tan necesitada en el momento de esta clase de inyecciones saludables que nos ayuden a sobrellevar sin mayores quebrantos los duros ajustes a que nos viene sometiendo con inusitada frecuencia (por sus continuos errores de cálculo) nuestro ministro de Economía, señor Solchaga.

Ciertamente el Gobierno no debe desaprovechar la presente ocasión y debe abordar la reforma de los colegios profesionales con toda resolución y valentía, incluyendo en la misma, desde luego, la libertad de colegiación, sin hacer caso para nada de las airadas y ruidosas protestas que sin duda promoverán los profesionales instalados en las viejas estructuras colegiales.-