Batallas de una larga guerra
Vukovar y Dubrovnik, ciudades en los dos extremos del territorio de Croacia -una, ribereña del Danubio, rica en vino y cereales; la otra, celebérrimo tesoro artístico, meca del turismo en la costa adriática-, comparten el destino de ser presa inminente del Ejército serbio-federal. Vukovar, ciudad próspera en su día, con 80.000 habitantes, ha sido ya reducida a escombros. Dubrovnik, con sus palacios, iglesias y monasterios medievales y renacentistas, puede correr hoy la misma suerte.La resistencia croata, en sus núcleos urbanos, asediados desde hace, respectivamente, 70 y 45 días consecutivos, parece a punto de ser quebrada por la ingente superioridad del Ejército. Sin agua, electricidad ni teléfono, población y defensores viven bajo bombardeos y asaltos continuos. En Vukovar, la población no sale de los refugios desde hace semanas. La situación es ya insostenible.
La pérdida de estas dos ciudades tendría un profundo efecto sobre la moral de guerra croata. Vukovar se ha convertido, con la tenacidad de su resistencia, en el símbolo de la lucha croata contra Belgrado, el Stalingrado croata. Dubrovnik es la joya cultural de Croacia, y su población, netamente croata e identificada con la lucha de esta república.
No obstante, lejos ha quedado ya el sueño del Ejército federal y del régimen serbio de un paseo triunfal en su conquista de territorio croata. Los jóvenes montenegrinos y serbios muertos sólo en estos dos frentes superan con mucho los cálculos más pesimistas hechos por Belgrado para toda la campana en Croacia.
Nadie cree ya en una guerra corta. Difícilmente el régimen serbio y el Ejército van a poder mantener sus conquistas iniciales. En Serbia, aún casi intacta por la guerra, musulmanes del Sanchak han dinamitado el ferrocarril entre Serbia y Montenegro. Bosnia, con un 70% de habitantes no serbios, se levanta contra la tentación hegemónica de Belgrado. Vukovar y Dubrovnik son dos batallas iniciales de una larga guerra anunciada.
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