Aspirando la brisa

La brisa empezó a soplar con fuerza en Barcelona. En el puerto, los barcos se mecieron un poco más que de costumbre, y en la Llotja del Mar, edificio de la Bolsa, empezó a circular un aire fresco que traía el aroma del salitre, las sardinas y quizá del gasóleo mal quemado de algún carguero. Los operadores aspiraron con placer la brisa, después del bochorno de los últimos días y casi de todo el último mes. La corriente se coló por los pasillos, llegó al parqué y tal vez a los despachos de los agentes, donde levantó revoltijos de papeles inútiles y de impresos sin rellenar. Y se llevó también algunas bocanadas de ese aire en conserva que se respira en los despachos en verano, e incluso algo de polvo acumulado en los teléfonos y los fax.Todo eso, quizá demasiado literario y tal vez no literalmente cierto, no tendría mayor importancia si no fuera por su carácter simbólico. La de ayer fue la última de las quietas sesiones veraniegas que se han sucedido en agosto, caracterizadas por el escaso volumen de contratación y la abulia salvo por el susto del golpe de Estado en la URSS. Hubo un leve ascenso en el índice general y moderadas subidas en monopolios, inversión mobiliaria y servicios.