Procesiones
Las procesiones siguen siendo e este país el acontecimiento dramático que manda la tradición de la Se mana Santa. En algunos lugares, e pueblo presencia consternado e desfile de los capirotes descalzosarrastrando cadenas, y, al paso de Cristo coronado de espinas, cae genuflexo, se santigua, exhala suspiros de sufrimiento mal contenido En otros, valga de ejemplo Sevilla el pueblo aplaude. aclama y pirope a la guapa Madre Dolorosa, por dolorosa, por madre y por guapa.En cierto pueblecíto, todo el vecindario se encerraba en la iglesia el día de Jueves Santo. Mientras, uno pocos penitentes llevaban hasta al el Cristo en procesión, y, al llegar, e hermano mayor golpeaba la puerta y gritaba: Uno de dentro respondía: ¡No abremos!. Volví a llamar el hermano mayor y repetía: abráis!-. El de dentro preguntaba esta vez:-¿Quiénporfía ahí fuera". A lo que el heririano mayor respondía: Zarandeno!. Y decía el de dentro: "Para Jesús Zarandeno, sí hay franquía.
Y abría las puertas de par en par, y el vecindario recibía conmovido a Cristo y a los penitentes, que irrumpían con gran solemnidad en el abarrotado recinto.
En otros lugares, los penitentes nagelan, y hay procesiones chiquíti tas de gran elleza en recóndito pueblines serranos, y, otras de enor me concurrencia, lujosos pasos es coltados por fuerza militar y brillan te banda de música. Alto misteri0so ocurre en este país, posiblemente e menos puritano del mundo, para que todas sus colectividades huma nas, allá donde se encuentren y po pequenas que sean, conmemoren con procesiones y penitencias la pa sión y muerte de Jesucristo. Y, sí quizá sea por tradición, o por cierto sentido trágico de la vida, o por pura teatralidad más que por fe verdadera; pero uno no se atrevería a asegurarlo. Algo pasa aquí.
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