España y el Magreb
EL VIAJE iniciado ayer en Mauritania por el ministro español de Asuntos Exteriores -y que le llevará a Marruecos, Argelia, Libia y Túnez; es decir, a todo el Gran Magreb- tiene por objeto explicar cómo se compaginan el compromiso de España con el mundo árabe (especialmente con la orilla meridional del Mediterráneo) y la participación española en la causa contra el imperialismo iraquí. Una contradicción más aparente que real, ya que las relaciones regionales, con nuestros vecinos -a veces de carácter muy complicado- son anteriores y no tienen nada que ver con la guerra del Golfo.Ninguno de los Gobiernos del Magreb, pese a las manifestaciones populares a favor de Irak, ha declarado hasta ahora su apoyo decidido a la anexión de Kuwait por Sadam Husein. Las contradicciones se acentúan en el caso de Marruecos, con un Gobierno que estimula o consiente amplias manifestaciones de apoyo al pueblo iraquí mientras mantiene un contingente simbólico de hombres en la coalición estacionada en Arabia Saudí.
No pueden, por tanto, el Gobierno de Rabat ni ningún otro del Magreb reprochar al español una actitud que sigue fielmente la adoptada por el conjunto de los miembros de la ONU. Las dificultades más recientes para España en el Magreb han nacido de la ambigüedad con la que se ha conocido el grado de vinculación en el apoyo logístico al esfuerzo bélico de la coalición internacional. La labor de Fernández Ordóñez será precisamente -aunque se produzca después de los hechos- explicar a sus interlocutores con claridad y firmeza cómo la oposición a Sadam y a sus métodos no está reñida con la amistad y la cooperación con los países magrebíes, una cooperación en la que sobran las amenazas o chantajes a los que tan propensos parecen ser algunos líderes políticos del Magreb.
Los partidos de la oposición marroquí han entregado una nota de protesta por la actitud española en la crisis del Golfo. Debe ser firmemente rechazada. Desgraciadamente, el Gobierno de Madrid tendrá poco que decir -al igual que sus socios comunitarios- en la futura gestión de la paz en Oriente Próximo. Sin embargo, sí tiene voz en el devenir del Magreb, en la cohesión con la zona, en la gestión de la paz en el Mediterráneo. Ése es, sin duda, el camino correcto para recuperar la normalidad que debe presidir las relaciones entre todos.
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