Una mirada fría
El desafío inherente a esta nueva inmigración es de distinta índole, Los judíos rusos que llegan hoy son apolíticos, asionistas. Esta gente huye de la anarquía, de la creciente inseguridad en la URSS, llega a Israel sin sueños sionistas y también sin ilusiones. Están dispuestos a arremangarse, trabajar duro, sin rezongar, para hacerse un lugar bajo el sol. Pero estos inmigrantes observan a Israel con una mirada fría, desapegada, sin sentimentalismos. Unos intentan la integración y otros, no tanto y juzgan ya negativamente ciertos aspectos de la sociedad israelí.Por ejemplo, la influencia religiosa, que, por lo demás, les atañe directamente. No solamente los inmigrantes rusos son laicos, sin tradición religiosa alguna, sino que la multiplicación de casamientos mixtos crea problemas al establishment ortodoxo israelí. El rabino ltzhak Peretz, ministro de Absorción, cuya tarea es la integración de los nuevos inmigrantes, quiere, sin embargo, controlar la libre inmigración de los judíos rusos. Afirma que el 30%, de los inmigrantes no son verdaderos judíos, según el estricto código ortodoxo. Los nuevos inmigrantes están disgustados. por esta discriminación.
Y eso no es todo. Observan a la sociedad israelí, sus manifestaciones culturales (música, teatro, etcétera), y la juzgan inferior a la sociedad y a la cultura rusas. Un gran número de estos recién llegados nada saben del judaísmo.
Alejamiento
No sólo desde un punto de vista religioso. No se interesaron jamás por la historia judía, la tradición, el sionismo, por Israel. Lejos de todo esto, sí se consideraron rusos. Bruscamente, a causa de la perestroika, el incremento del nacionalismo ruso, ucraniano, lituano, etcétera, y sus componentes antisemitas los empujaron a la emigración. Hacia Israel. No por elección, por necesidad. Las puertas de Estados Unidos y de Europa occidental les están cerradas.
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