Madurez y corrección
La madurez democrática demostrada en los últimos años de transición por los húngaros volvió a hacerse patente ayer en unas elecciones celebradas con absoluta corrección, calma y civismo. Los agoreros del autoritarismo, que recurren con tanta insistencia al estereotipo del húngaro indisciplinado, sectario y violento, fracasaron de nuevo en este país, que como pocos ha demostrado haber aprendido de las tragedias del pasado.Al escribir estas líneas no se conocía aún el resultado. Se sabía con certeza que Hungría ha puesto un punto final a un régimen que maniató al país durante más de cuatro décadas y lo sumió en una crisis económica de la que tardará años en recuperarse.
Excepto los comunistas irredentos del Partido Socialista Obrero Húngaro (PSOH), todas las demás formaciones políticas ofrecen soluciones a la crisis muy similares. Todas pasan por la liquidación del sistema socialista y se diferencian tan sólo en el ritmo y radicalidad con que Hungría debe abrirse a una economía de mercado, liberal y capitalista.
Esta similitud de las opciones presentadas y el final más que anunciado del viejo régimen explican la falta de entusiasmo de los húngaros en la campaña electoral. Los datos disponibles sobre la participación en Budapest, si bien no extrapolables a toda Hungría, demuestran sin embargo que, si bien recelosos de acudir a mítines de diversos partidos que ofrecen más o menos lo mismo, los húngaros se tomaron muy en serio su derecho al voto. Fueron muchos los que lucharon y murieron por este derecho a partir de 1946 en las cárceles húngaras y soviéticas y bajo las balas extranjeras en 1956.
Las elecciones de ayer, como triunfo de la democracia y de la voluntad popular húngara son así un homenaje póstumo a todas las víctimas del estalinismo, desde el comunista reformista Imre Nagy al último exiliado desconocido muerto lejos de su patria sin haber visto este retorno de Hungría a la comunidad de naciones civilizadas.
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