Derechas
El señor Aznar cuidó las maneras democráticas y consiguió hacerse con una traficable imagen de joven notario de provincias, de la derecha civilizada, aunque adicto a las sesiones regulares de un cineclub progre. Era lo que la derecha necesitaba para tapar el cartel del picador Fraga Iribarne clavando el rejón hasta el mango en el lomillo del yeyé Hernández Mancha. Entre la faja y el pañal, Aznar era el ya es primavera en El Corte Inglés con el pelo supuestamente cortado a la navaja, aunque a este respecto las apariencias suelen engañar.Pero de pronto la derecha tiene que ser derecha, porque se lo piden el cuerpo y la clientela. La toma de posición del nuevo líder del PP ante el debate sobre la autodeterminación ha sido un aviso. Esta sonrisa tiene sarro histórico y sigue recordando la sonrisa de aquella calavera que prefería una España roja a una España rota. En cuanto aparece el problema de fondo de las nacionalidades, la zoología se viste de guerra en los desvanes y el complejo de castración de la España unitaria enseña su falsa conciencia de complejo de mutilación. Renace lo genital, lo orgánico, lo esencial, lo providencial, lo telúrico, el idealismo nacionalista prusiano frente al idealismo nacionalista letón, la purísima concepción de la madre una, grande y libre frente a las madres concubinas de provincias con las bragas confeccionadas con banderas espurias.
Que el señor Aznar se refugie en el espíritu de la letra de la Constitución para defender la tesis de que la hipótesis autodeterminista es desestabilizadora, aun formulada pacíficamente, eso es entregar la razón autodeterminista a la exclusiva lógica de la correlación de fuerzas armadas, no de la correlación de fuerzas de la razón. Otra cosa es la ironía que requiere el repentino frenesí fundamentalista recuperado por el PNV o Convergéncia i Unió. Pero no ha habido ironía en la respuesta. Ha habido Principios Fundamentales del Movimiento.
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