Mina de Gil
Ya no hay duda ninguna. Con Jesús Gil tenemos una mina, una sorpresa diaria, un antídoto contra la modorra del verano, del invierno, del otoño y de la primavera. Lo que ocurre es que su calenturienta imaginación (?) le mete en tinglados de los que difícilmente saldrá con bien.El camino abierto ahora con las acusaciones a Quique Ramos, Quique Setién y Arteche es peligroso. Si el hecho de vivir solo es delito, si el vender zapatos no es tolerable para la buena marcha del Atlético, si una conducta caprichosa es motivo de sanción, las consecuencias futuras para los jugadores de fútbol pueden ser incalculables.
Jesús Gil, que Dios nos conserve muchos años, pero lejos del fútbol, tiene terrenos inmensos en los que todavía no había hollado presidente alguno: lo que leen los jugadores -los que leen, claro-, cómo visten, su círculo de amistades, el lugar de veraneo, sus manías coleccionistas, sus mitos...
¿Puede penarse la lectura de Opus pistotum, de Henry Miller? ¿Cree don JG que es mejor antes de un partido comprometido leer unos versos de Neruda que Cristo versus Arzona, de Camilo José Cela? ¿O es conveniente para el club no pasar de Caperucita Roja?
¿Es grave no usar corbata? ¿Puede resultar nefasto para el equipo que un jugador cuente entre sus amistades con un inspector de Hacienda? ¿Es tolerable coleccionar sellos? ¿Admite JG una cierta pasión por las canciones de Ana Belén o, por el contrario, sus jugadores deben buscar viejos discos de Enrique y Ana?
Pero no paran ahí las travesuras de JG. ¡También invade el terreno de nuestros doctos académicos! Imitando a un personaje de Juan José Millás en su reciente novela El desorden de tu nombre, con la mitad de una palabra y la mitad de otra, hace una nueva: Ostentorea. O sea, que Quique Setién es a la vez estentóreo y ostentoso. Qué bien. Y él sin saberlo.
Una mina, ya digo, este JG. Digno de un país rico.-
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